las puertas al cielo

Páginas: 18 (4465 palabras) Publicado: 27 de abril de 2014
Yo pensaba en Celina, en la última cara de Celina que nos esperaba en la casa. Casi no escuché los gritos de las viejas y el revuelo en el patio, pero en cambio me acuerdo que el taxi costaba dos sesenta y que el chofer tenía una gorra de lustrina. Vi a dos o tres amigos de la barra de Mauro, que leían La Razón en la puerta; una nena de vestido azul tenía en brazos al gato barcino y le atusabaminuciosa los bigotes. Más adentro empezaban los clamoreos y el olor a encierro. 
    -Andá velo a Mauro -le dije a José Maríía-. Ya sabés que conviene darle bastante alpiste. 
    En la cocina andaban ya con el mate. El velorio se organizaba solo, por sí mismo: las caras, las bebidas, el calor. Ahora que Celina acababa de morir, increíble cómo la gente de un barrio larga todo (hasta lasaudiciones de preguntas y respuestas) para constituirse en el lugar del hecho. Una bombilla rezongó fuerte cuando pasé al lado de la cocina y me asomé a la pieza mortuoria. Misia Martita y otra mujer me miraron desde el oscuro fondo, donde la cama parecía estar flotando en una jalea de membrillo. Me di cuenta por su aire superior que acababan de lavar y amortajar a Celina; hasta se olía débilmente avinagre. 
    -Pobrecita la finadita -dijo Misia Marttita-. Pase, doctor, pase a verla. Parece como dormida. 
    Aguantando las ganas de putearla me metí en el caldo caliente de la pieza. Hacía rato que estaba mirando a Celina sin verla y ahora me dejé ir a ella, al pelo negro y lacio naciendo de una frente baja que brillaba como nácar de guitarra, al plato playo blanquísimo de su cara sin remedio.Me di cuenta de que no tenía nada que hacer ahí, que esa pieza era ahora de las mujeres, de las plañideras llegando en la noche. Ni siquiera Mauro podría entrar en paz a sentarse al lado de Celina, ni siquiera Celina estaba ahí esperando, esa cosa blanca y negra se volcaba del lado de las lloronas, las favorecía con su tema inmóvil repitiéndose. Mejor Mauro, ir a buscar a Mauro que seguía del ladonuestro. 
    De la pieza al comedor había sordos centinelas fumando en el pasillo sin luz. Peña, el loco Bazán, los dos hermanos menores de Mauro y un viejo indefinible me saludaron con respeto. 
    -Gracias por venir, doctor -me dijo unoo-. Usté siempre tan amigo del pobre Mauro. 
    -Los amigos se ven en estos trances -diijo el viejo, dándome una mano que me pareció una sardina viva. 
   Todo esto ocurría, pero yo estaba otra vez con Celina y Mauro en el Luna Park, bailando en el carnaval del cuarenta y dos, Celina de celeste que le iba tan mal con su tipo achinado, Mauro de palm-beach y yo con seis whiskies y una mamúa padre. Me gustaba salir con Mauro y Celina para asistir de costado a su dura y caliente felicidad. Cuanto más me reprochaban estas amistades, más me arrimaba aellos (a mis días, a mis horas) para presenciar su existencia de la que ellos mismos no sabían nada. 
    Me arranqué del baile, un quejido venía de la pieza trepando por las puertas. 
    -Esa debe ser la madre -dijo el loco Baazán, casi satisfecho. 
    "Silogística perfecta del humilde", pensé. "Celina muerta, llega madre, chillido madre." Me daba asco pensar así, una vez más estar pensandotodo lo que a los otros les bastaba sentir. Mauro y Celina no habían sido mis cobayos, no. Los quería, cuánto los sigo queriendo. Solamente que nunca pude entrar en su simpleza, solamente que me veía forzado a alimentarme por reflejo de su sangre; yo soy el doctor Hardoy, un abogado que no se conforma con el Buenos Aires forense o musical o hípico, y avanza todo lo que puede por otros zaguanes. Yasé que detrás de eso está la curiosidad, las notas que llenan poco apoco mi fichero. Pero Celina y Mauro no, Celina y Mauro no. 
    -Quién iba a decir esto -le oí a Peña-.. Así tan rápido... 
    -Bueno, vos sabés que estaba muy mal deel pulmón. 
    -Sí, pero lo mismo... 
    Se defendían de la tierra abierta. Muy mal del pulmón, pero así y todo... Celina tampoco debió esperar su muerte,...
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