Las Ropas Del Maestro

Páginas: 6 (1316 palabras) Publicado: 14 de agosto de 2012
LAS ROPAS DEL MAESTRO - MUJICA LÁINEZ

Por la abierta ventana entran las bocanadas del calor de diciembre. En sus escaños duros, amodorrados por el sopor de la hora, los alumnos escriben de mala gana. Se oye el rasgueo de las plumas lentas. De tanto en tanto, uno levanta la cabeza y cuenta con los dedos. Los hay de ocho años, de diez, de doce; el mayor, que pronto cumplirá catorce, es JuanCordero, hijo del herrero portugués. Zumban las moscas.
El maestro Felipe Arias de Mansilla parece casi de la edad de Juan. Por más que frunce el ceño para darse empaque, sus diecinueve años se acusan en sus mejillas sin sombra de barba y en la delgadez y torpeza de sus miembros adolescentes. Camina entre los niños, la palmeta apretada en una mano. Sus ojos van de la ventana, detrás de la cual, enel descampado, crepita el sol, a la habitación vecina, que comunica sin puerta alguna con el aula. Ambos cuartos son muy modestos. El que los alumnos ocupan no posee más muebles que los escaños toscos y un tablón que sirve de mesa al maestro. En la fresca oscuridad del otro se desdibuja al fantasma del lecho pequeñito y sobre él, puestas en tal orden que se diría que un gran señor está durmiendo lasiesta, extiéndense sus ropas flamantes, las que le entregaron esta mañana y todavía no estrenó.
Felipe Arias de Mansilla se acerca a ese aposento. Le brilla el mirar cuando contempla su ajuar intacto. Lo ha pagado hoy mismo. Fueron diez sonoros pesos los que emigraron de su bolsillo al de Sebastián de la Vega por el traje entero, con ropilla y capa. Los zapatos le costaron un peso más. Seendeudó para conseguirlos. No le resta ni una monedica ni la más flaca esperanza de crédito. Pero no le importa: ya son suyas las ropas que quería. Una hora después, cuando regrese del Cabildo, vestirá esas prendas de raja de Segovia con mangas jironadas, que aunque no fueron cortadas en el paño mejor lucirán sobre él a las maravillas. Beatriz no le volverá a ver con esta traza de pobre diablo. Esoquedará para los alumnos.
¡Cuántos sacrificios implicó la compra! Sebastián de la Vega le repitió que su jerarquía de sastre examinado en Madrid —lo dijo como si hubiera cursado universidades— le impedía rebajar ni un maravedí siquiera. Además le recordó que el arancel fijado por el Ayuntamiento se lo vedaba. ¡Y Felipe cuenta con un sueldo tan mísero! Cuando los cabildantes aceptaron su propuesta deenseñar a los niños, en julio pasado, acordaron que lo haría a cambio de cuatro pesos y medio para los que aprendieran a leer y nueve para los alumnos de escritura. Y eso, no mensualmente, sino al cabo del año.
Felipe se toca con las puntas de los dedos los codos, raídos; se mira la calza remendada y la otra, sin remendar, por la cual asoma su rótula filosa, muy blanca, de muchacho. Esto ya seacabó, felizmente. Beatriz, que en invierno gasta doce enaguas bajo el guardainfante y siete en verano, no se avergonzará más de él. Hoy podrá presentarle a su madre, tan huesuda, tan orgullosa, tan terriblemente principal. Como viste ahora no osaría penetrar en su estrado que perfuman las hierbas aromáticas de los braseros. Ni Beatriz se hubiera atrevido tampoco a llevarle allí, aunque es algodeudo del señor Hernando Arias de Saavedra.
—¡Beatriz! ¡Beatriz!
(Beatriz es como un pájaro, Beatriz es como una flor, Beatriz es como el río las noches de luna.) Tan feliz se siente, tan lleno de burbujas de alegría, que no puede contenerse y azota al aire con la palmeta. El estallido vibrante sorprende a los niños que alzan las cabezas pesadas. Felipe Arias de Mansilla gira sobre los talones,severo, y ellos regresan a la melancolía de las restas y de las sumas. Pero el maestro no consigue permanecer así, ahogado por las emociones, sin comunicarlas. Estallaría. Sus ojos bailoteantes se posan sobre los de Juan Cordero y le sonríe.
A este morenito medio portugués le quiere de verdad. Antes de conocer a Beatriz, dos meses atrás, salían juntos los domingos y los días de fiesta. Iban al...
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