Las tres noches de Isa as Bloom

Páginas: 9 (2061 palabras) Publicado: 10 de septiembre de 2015
Las tres noches de Isaías Bloom, Rodolfo Walsh
No había terremotos ni inundaciones. No había partidos ni carreras, porque era miércoles. No había golpe militar. El dólar no subía ni bajaba.
– ¿Qué quiere que haga? –Dijo Suárez–. Yo mando la historia al diario, pero ellos van a poner los títulos. Y como no pasa nada, le tienen que sacar el jugo.
El comisario seguía rabioso y Suárez se echó areír. Era alto, flaco y hecho a las patadas. Con el sombrerito echado sobre la nuca y las manos en los bolsillos del sobretodo, tenía una pinta de reo de película.
– ¿Qué va a pasar? –preguntó.
–Nada. Que esta tarde nos cae encima el gabinete, y mañana el juez.
Eran las ocho de la mañana. El comisario había ordenado que nadie saliera de su pieza. Salieron todos. Se los encontraba en los pasillos, en laescalera, en la cocina. El ambiente era casi de jarana.
–Para colmo, este elemento.
– ¿Qué son, estudiantes? –preguntó Suárez.
–Seis o siete. Un yiro. Un pasador de quinielas –se interrumpió al ver el tumulto–. A ver, Funes, dos minutos para despejarme la entrada y la calle.
Los periodistas habían entrado en una masa sólida, usando la técnica romana del ariete. Un fotógrafo lo fusilaba alcomisario a mansalva.
–Sacás una más, y te la escracho toda –dijo sobriamente el comisario.
Vinieron a avisarle que ya estaba la ambulancia. Tomó a Suárez del brazo y fueron a la pieza del muerto. Suárez alcanzó a escuchar hipótesis perversas sobre su ascendencia, que formulaban sus colegas. Después trató de recordar todas las piezas de pensión, iguales a ésta, en que había vivido. Eran demasiadas. Elropero, las sillas y las camas gemelas, compradas en un remate. Un escritorio con libros de medicina y de química. Una alfombrita verde entre las dos camas, recortes de revistas pegados en las paredes.
Hasta la muerte era ordinaria en esa pieza. Un tipo tendido en una de las camas, con un cuchillo de ferretería clavado en la espalda.
– ¿Cómo te llamás? –preguntó el comisario a la sombra desplomadaen una silla en un rincón.
El otro alzó la cara. Una cara joven, preocupada y sin afeitar.
–Ya le dije, Isaías Bloom.
–Ah, no te hacía aquí.
–Es mi pieza.
–Bueno, ¿y qué pasó?
–Ya ve. Lo mataron a Olmedo.
– ¿Vos lo encontraste?
–Sí. Hace un rato, cuando volví de la guardia en el hospital.
– ¿Se te ocurre algo?
–No.
–Pensálo –dijo el comisario.
Entraron los camilleros y ellos salieron.
Fueron a veral yiro. Era rubia, gorda y jovial. Estaba arreglándose las cejas, sentada en una gran cama de matrimonio.
–Hola –dijo el comisario–. Así que estás enojada con nosotros.
– ¿Le parece que son horas para despertarla a una?
–No, lo que digo es que ya no venís a visitarnos.
Ella se rió.
–Ahora soy seria. Dentro de unos meses me caso.
–Si supieras cómo te creo.
–Andá, decí que no me conocés –se oyó lavoz de Suárez detrás del comisario.
Ella se levantó de un salto y corrió a abrazarlo.
– ¡Querido! ¿Qué hacés aquí? No me digás –lo miró con repentina desconfianza.
–El comisario y yo somos viejos amigos –se apresuró a explicarle Suárez.
– ¿Por qué lo mataron al tipo? –preguntó el comisario.
–No se entiende –dijo ella–. Era un pan de Dios.
– ¿Hay juego en la casa?
–Los muchachos suelen jugar a lagenerala –dijo ella.
El comisario dio media vuelta.
–Ya veo que me vas a dejar la comisaría llena de puchos otra vez.
Ella le cerró el paso.
–Valentín, a lo mejor. Pero no me queme, comisario.
– ¿Mujeres? Aparte de vos, quiero decir.
–No me quiere creer. Yo ando derecha.
– ¿Nieve? –Ella puso los ojos en blanco–. Papelitos, drogas.
–Ah, no, comisario. En eso, todavía soy una virgen.
Fueron a ver aValentín. Estaba haciendo una valija.
–Vos sí que sos un optimista –dijo el comisario.
El otro sonrió. Era un flaco picado de viruelas.
–Apenas saque el cana de la puerta, me las pico. ¡Uia! –Exclamó al ver a Suárez–. ¿Qué hacés vos aquí?
–Vengo a pasar un numerito.
– ¿Il morto que parla? –Preguntó Valentín y se echó a reír hasta que sintió encima la mirada del comisario–. Andá, Batilana, decile...
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