Las tres preguntas
El sacerdote en cuestión había sido invitado a una cena muy importante de gente muy pudiente, de gente muy influyente, en la casa de uno de los hombres más ricos de la ciudad. La noche era un noche terrible y tormentosa, pero, a pesar de esto, por supuesto, el sacerdote había comprometido su presencia; así que se subió a su carruaje ymanejándolo él mismo empezó a dirigirse a la casa del señor que lo había invitado. A unos 200 metros antes de llegar a la casa donde iba a ser la cena, un rayo y un relámpago iluminó el cielo, el caballo se asustó del ruido y, entonces, se puso en dos patas, y el carruaje del pobre hombre se tumbó y el sacerdote cayó sobre la zanja que se estaba llena de lodo y de hojas sucias y de mugre y seensució totalmente, desde la punta del pelo hasta la punta de los pies. Pero como estaba a 200 metros de la casa donde iba, pensó que no tenía sentido volver hasta su casa, sino que era mejor higiniezarse un poco donde llegaba; podría dar una explicación. Así que se acercó a la casa y golpeó la puerta y un mayordomo muy bien vestido, muy elegante, le abrió la puerta y cuando lo vio así, cuando lo viomugriento como estaba, pensó que era realmente un mendigo.
El mayordomo, que tenía de verdad muy malas pulgas, le dijo "¿qué haces aquí? ¿No te das cuenta que esto es una comida para gente muy importante?" Y él dijo, "sí, bueno, justamente yo vengo por la comida". "Mira, si vienes por las sobras, las sobras van a estar mañana; porque hoy todavía la comida no ha sucedido; así que cómo puedespretenderlas hoy". "No, bueno, podría, pero no vengo por las sobras". "Ah! Claro! ¡No viene por las sobras! ¿qué quieres? ¿comer la comida de los señores? ¿Pero cómo te atreves miserable pordiosero? Mira, vete, inmediatamente y cuando vengas mañana, ven por la puerta de servicio que por esta puerta no entran los mendigos y los pordioseros sucios como tú". "No, pero es el que el dueño..." "Mira, el dueñode la casa, si llega a verte aquí y no te vas, te aseguro que te va a soltar los perros, que es una cosa que le da bastante placer hacer cuando alguien se pone rebelde; así que ya mismo te das la vuelta y te vas". "No, pero es que..." intentó decir el sacerdote y apareció el dueño de la casa.
El dueño de la casa preguntó "¿qué pasa?" Y el mayordomo le dijo, "este mendigo pordiosero, que le dijeque tiene que venir por las sobras mañana y el insiste que quiere la comida hoy y yo le he dicho que se vaya y el no quiere, y yo le he dicho que si venías tú, te ibas a enojar", dice "por supuesto que me voy a enojar, así que llama la guardia". El sacerdote intentó explicar, vino el jefe de la guardia, y el dueño de casa le dijo: "guardia eche a este hombre de la casa y si no se quiere ir suéltenlea los perros para que lo echen". No había nada más que le gustara al jefe de la guardia que soltarle los perros a cualquiera, con razón o sin razón; así que soltó los perros detrás del pobre sacerdote que chapoteando entre el césped salió corriendo del lugar y saltó a la cerca para que los perros no lo mordieran. Como pudo, rehizo su carruaje y se volvió a su casa.
Cuando llegó allí pensó sitenía que volver o no tenía que volver al lugar donde había sido invitado, y pensó que sí, que tenía que volver. Así que se enjuagó un poco la cara, y fue hasta su cuarto, abrió el ropero, y del ropero sacó una capa, una capa preciosa bordada en hilos de oro y de plata que le había regalado justamente el dueño de la casa donde estaba invitado. Así que sobre su propia ropa mugrienta se puso la capa yse subió al carruaje y otra vez fue hacia la casa donde había sido invitado. Esta vez llegó sin problemas, golpeó la puerta. El mismo mayordomo pulcro, igual que antes, abrió la puerta, y cuando vio al hombre con esa capa se dio cuenta de que era el invitado que faltaba y dijo, "¡ah! Excelencia, lo están esperando; pase por acá". Y el sacerdote pasó. Vino el dueño de la casa y dijo "¡oh!...
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