Las Virgenes Suicidas
Las vírgenes suicidas
RESEÑA:
Cinco hermana se suicidan en un típico suburbio de Estados Unidos. El hecho, inexplicables e incomprensible, obsesiona a un grupo de jóvenes, ahora cuarentones, que en su momento conocieron a las muchachas y se sintieron atraídos por ellas, en esta delicada novela.
Título de la edición original: The Virgin Suicides
Traducción delinglés: Roser Berdagué,
cedida por Editorial Anagrama, S.A.
Diseño: Winfried Báhrle
Ilustración: Fregio pittorico di Montecitorio (detalle),
Aristide Sartorio, 1908—1913
Foto de solapa: © Jerry Bauer
Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal)
Valencia, 344, 08009 Barcelona
Licencia editorial para Círculo de Lectores
por cortesía de Editorial Anagrama, S.A. C
©JeffreyEugenides, 1993 C
©Editorial Anagrama, S.A., 1994
Impreso en España
ISBN 84-226-6459-3
-1-
La mañana en que a la última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse —esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese—, los dos sanitarios llegaron a su casa sabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse unacuerda. A nosotros nos pareció que, como siempre, salían demasiado len-tamente de la ambulancia, mientras el gordo decía en voz baja:
—Que no es la tele, tíos, aquí no hay que correr. Cargado con el pesado respirador y la unidad car-diaca, pasó entre los arbustos, que habían crecido monstruosamente, y cruzó el descuidado césped que trece meses atrás, cuando empezó todo, estaba pulcro e inmaculado.Cecilia, la pequeña —no tenía más que trece años—, fue la primera en hacer el viaje: se cortó las venas, como los estoicos, mientras tomaba un baño, y cuan-do la encontraron flotando en el agua teñida de color de rosa, con los ojos amarillos de los posesos y aquel cuerpecito que exhalaba olor a mujer madura, los sani-tarios se llevaron un susto tan grande al verla en aquel estado de sosiego, que sequedaron clavados en el sitio, como mesmerizados. Pero de pronto irrumpió la se-ñora Lisbon dando gritos y la realidad de la habitación se hizo patente: sangre en la estera del baño, la navaja de afeitar del señor Lisbon en el lavabo, jaspeando el agua. Los sanitarios sacaron el cuerpo de Cecilia del agua caliente, que acelera la hemorragia, y le aplicaron un torniquete en los brazos. El cabellomojado le col-gaba por la espalda y ya tenía las extremidades azules. No dijo ni una palabra pero, cuando le separaron las manos, encontraron una estampa plastificada de la Virgen María apretada contra los pimpollos de sus pe-chos.
Esto ocurría en junio, en la época de la mosca del pescado, cuando, como todos los años, la ciudad se cubre de tan efímeros insectos. Se levantan entonces nubes demoscas de las algas que cubren el lago conta-minado, y oscurecen las ventanas, cubren los coches y las farolas, cubren las dársenas municipales y cuelgan como guirnaldas de las jarcias de los veleros, siempre con la misma parda ubicuidad de la escoria voladora. La señora Scheer, que vive calle abajo, nos dijo que ha-bía visto a Cecilia el día anterior al intento de suicidio. Estaba junto al bordillo,con el antiguo traje de novia del que había cortado el dobladillo y que nunca se quitaba de encima, observando un Thunderbird en-vuelto en moscas del pescado.
—Sería mejor que cogieras la escoba, cariño —le acon-sejó la señora Scheer.
Pero Cecilia le dirigió una mirada mística y dijo:
—Están muertas, sólo viven veinticuatro horas. Salen del huevo, se reproducen y la palman. Ni siquiera co-men.—Y tras estas palabras metió la mano en la espu-mosa capa de bichos y trazó sus iniciales: C.L.
Queríamos disponer las fotos cronológicamente, pero habían pasado tantos años que resultaba difícil. Algunas están borrosas, y aun así son reveladoras. El documento número uno muestra la casa de los Lisbon ... poco antes del intento de suicidio de Cecilia. La hizo una agente inmobiliaria, Carmina...
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