Latinoamérica Las Ciudades y Las Ideas
Páginas: 5 (1150 palabras)
Publicado: 3 de abril de 2012
LT 31/03/12
Ascanio Cavallo
Atala, la justicia y la mariposa
La discusión sobre el caso Atala sugiere que Chile se enfrenta a definiciones de segunda generación, tal como en la educación, la seguridad, el matrimonio y la familia.
Las reacciones producidas ante el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que condena al Estado de Chile por un acto de discriminaciónsexista en el juicio de tuición de las hijas de la jueza Karen Atala ha vuelto a mostrar que el debate (mal llamado) valórico tiene mucho de discusión política, y viceversa.
El caso es enredoso y ofrece muchos flancos para la polémica jurídica especializada, como también para desacralizar la idea de que el derecho está desprendido de la ideología. Hay dos aspectos paralelos, con numerosasconexiones entre sí, pero claramente diferenciables en cuanto juicios.
El primero es la disputa de la tuición de las tres hijas del matrimonio López-Atala, que se desata a partir de la asunción de la jueza de que su orientación es lesbiana. Ese juicio tiene marchas y contramarchas que se inician cuando el Juzgado de Villarrica concede la tuición al padre, sobre la base de que para las niñas es mejorvivir con un hombre heterosexual, dado que están en una sociedad conservadora. Esto es como decir que los hijos de judíos deberían dejar de serlo si el régimen es nazi, o que convendría que los hijos fuesen musulmanes en una sociedad de ayatolas.
La Corte de Apelaciones rechazó esta argumentación -pragmatista, para llamarla de algún modo- en dos instancias, pero la Segunda Sala de la Corte Supremala repuso, con términos muy parecidos, y convirtió la tuición provisoria del padre en definitiva. Los debates sobre tuición son siempre amargos y sumergen a sus protagonistas y a sus jueces en el túnel negro de las motivaciones personales. Son polémicas desesperadas, cargadas con unas ideas venenosas sobre el futuro y la posteridad, donde la razón no es más que la razón que cada uno se atribuye.Los hijos rebotan en estos casos como rehenes o como valores; no como hijos, sino como abstracciones. Y, lo que es peor, nadie, ningún juez, ningún abogado, ningún observador, sabe nunca si una tuición es correcta o equivocada.
El fallo de la CIDH, que es el segundo juicio, no dice nada sobre esto. Sólo califica los argumentos de la Corte Suprema y, más precisamente, el hecho de que ellostengan una base sexista generalista y "estereotipada" (la palabra es pésima para describir un prejuicio) y no un fundamento concreto, que se ciña con pruebas al principio más universal del bienestar de los hijos.
Más claramente, la CIDH no objeta la legislación chilena, sino el modo en que un tribunal específico utilizó unos criterios también específicos para dirimir una contienda judicial. Es loque entendió el candidato Eduardo Frei en la campaña del 2009, cuando adelantó que la sentencia de la Suprema en este caso había puesto en falta al Estado chileno. Tampoco es irrelevante que el fallo de la CIDH utilice argumentos ya contenidos en el voto de minoría de la misma Segunda Sala de la Suprema; esto muestra que no hubo el consenso pretendido en un proceso infestado de veneno.
De modoque el alegato de que la CIDH no cumplió con las normas del debido proceso por no escuchar de manera adecuada a las niñas o al resto de la familia parece más bien una táctica para asegurarse de que la jueza Atala no intente utilizar su fallo para replantear el debate sobre la tuición de sus hijas. Es un misterio si Atala pretenderá eso, aunque la insistencia de la jueza en incorporarlas al procesopodría entenderse como un indicio. No siendo necesario que las niñas apareciesen en un juicio destinado a discernir otra cosa, parece probable que ella haya querido afirmar la defensa de su maternidad por encima de su sexualidad. En fin: esto es algo que parece no tener un término previsible.
Otra cosa es la descripción de la CIDH como un tribunal al que el gobierno chileno debería impugnar...
Ascanio Cavallo
Atala, la justicia y la mariposa
La discusión sobre el caso Atala sugiere que Chile se enfrenta a definiciones de segunda generación, tal como en la educación, la seguridad, el matrimonio y la familia.
Las reacciones producidas ante el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que condena al Estado de Chile por un acto de discriminaciónsexista en el juicio de tuición de las hijas de la jueza Karen Atala ha vuelto a mostrar que el debate (mal llamado) valórico tiene mucho de discusión política, y viceversa.
El caso es enredoso y ofrece muchos flancos para la polémica jurídica especializada, como también para desacralizar la idea de que el derecho está desprendido de la ideología. Hay dos aspectos paralelos, con numerosasconexiones entre sí, pero claramente diferenciables en cuanto juicios.
El primero es la disputa de la tuición de las tres hijas del matrimonio López-Atala, que se desata a partir de la asunción de la jueza de que su orientación es lesbiana. Ese juicio tiene marchas y contramarchas que se inician cuando el Juzgado de Villarrica concede la tuición al padre, sobre la base de que para las niñas es mejorvivir con un hombre heterosexual, dado que están en una sociedad conservadora. Esto es como decir que los hijos de judíos deberían dejar de serlo si el régimen es nazi, o que convendría que los hijos fuesen musulmanes en una sociedad de ayatolas.
La Corte de Apelaciones rechazó esta argumentación -pragmatista, para llamarla de algún modo- en dos instancias, pero la Segunda Sala de la Corte Supremala repuso, con términos muy parecidos, y convirtió la tuición provisoria del padre en definitiva. Los debates sobre tuición son siempre amargos y sumergen a sus protagonistas y a sus jueces en el túnel negro de las motivaciones personales. Son polémicas desesperadas, cargadas con unas ideas venenosas sobre el futuro y la posteridad, donde la razón no es más que la razón que cada uno se atribuye.Los hijos rebotan en estos casos como rehenes o como valores; no como hijos, sino como abstracciones. Y, lo que es peor, nadie, ningún juez, ningún abogado, ningún observador, sabe nunca si una tuición es correcta o equivocada.
El fallo de la CIDH, que es el segundo juicio, no dice nada sobre esto. Sólo califica los argumentos de la Corte Suprema y, más precisamente, el hecho de que ellostengan una base sexista generalista y "estereotipada" (la palabra es pésima para describir un prejuicio) y no un fundamento concreto, que se ciña con pruebas al principio más universal del bienestar de los hijos.
Más claramente, la CIDH no objeta la legislación chilena, sino el modo en que un tribunal específico utilizó unos criterios también específicos para dirimir una contienda judicial. Es loque entendió el candidato Eduardo Frei en la campaña del 2009, cuando adelantó que la sentencia de la Suprema en este caso había puesto en falta al Estado chileno. Tampoco es irrelevante que el fallo de la CIDH utilice argumentos ya contenidos en el voto de minoría de la misma Segunda Sala de la Suprema; esto muestra que no hubo el consenso pretendido en un proceso infestado de veneno.
De modoque el alegato de que la CIDH no cumplió con las normas del debido proceso por no escuchar de manera adecuada a las niñas o al resto de la familia parece más bien una táctica para asegurarse de que la jueza Atala no intente utilizar su fallo para replantear el debate sobre la tuición de sus hijas. Es un misterio si Atala pretenderá eso, aunque la insistencia de la jueza en incorporarlas al procesopodría entenderse como un indicio. No siendo necesario que las niñas apareciesen en un juicio destinado a discernir otra cosa, parece probable que ella haya querido afirmar la defensa de su maternidad por encima de su sexualidad. En fin: esto es algo que parece no tener un término previsible.
Otra cosa es la descripción de la CIDH como un tribunal al que el gobierno chileno debería impugnar...
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