Lavarse Las manos
El diagnóstico era siempre el mismo: FIEBRE PUERPERAL.
Ese médico, nacido en Buda,Hungría, a orillas del Danubio, se atormentaba pensando en los huérfanos y en esas mujeres moribundas, delirando de fiebre.
Su nombre era Ignác Füllop Semmelweis, tenía poco menos de 30 años y eradoctor en obstetricia. Desde el inicio de su carrera, la altísima mortalidad de las mujeres que acababan de dar a luz, cuyo porcentaje variaba entre el 15-40% (aunque llego al 95% durante la estadía deSemmelweis) , se convirtió en una auténtica obsesión.
En la maternidad del Hospital de Viena había dos salas de parto.
1) El de Klein es más frecuentado por los estudiantes de medicina, quienesatendían a las parturientas después de sus sesiones de medicina forense en el pabellón de anatomía.
2) En cambio la sala de partos de Bartch es más utilizada por las matronas, pero cuando los estudiantesvisitan su sala la mortalidad también aumenta en esta
En esa época no se sabía nada de estadísticas (aunque ahora quizá tampoco, a juzgar por las cifras que emite el Indec), ni tampoco se concebíaque agentes “invisibles”, como los microorganismos, pudieran ser el origen de las infecciones.
Sin embargo, el joven Semmelweis, con el resplandor brillante que suele asociar la inteligencia con larebeldía, sacó sus primeras conclusiones y dijo que había "algo" que los estudiantes llevaban en sus manos, alguna sustancia que transportaban desde la morgue hasta la sala de partos, y que podía serel origen del problema. Ese "algo" no era otra cosa que bacterias anaerobias de los cadáveres.
Para probar su teoría, solicitó que los estudiantes se lavaran las manos con una solución de cloruro...
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