Lazarillo Del Siglo Xxi

Algo han cambiado las cosas…

Mi viaje comenzó hace ya tiempo: llevo desde los doce sola, cuando se murieron mis padres; primero mi madre de una sobredosis, y luego mi padre, que se suicidó dos meses después. Ya íbamos mal de dinero por mi madre, que estaba sin trabajo, y el trabajo de mi padre en el Telepizza no es que nos consiguiera demasiado. Vivíamos en una casa a punto de caerse cerca dela costa valenciana, y cuando me quedé sola me fui de ahí cuanto antes. Salí con poco: la ropa que llevaba, media barra de pan, una manta que tenía aproximadamente mi edad y los diez euros que había en la casa. Con eso y nada más salí en busca de cualquier cosa que me ayudara a sobrevivir, y casi cuatro años después algo han cambiado las cosas, pero no demasiado.
Esos diez euros me consiguieronun billete de autobús a Madrid y una hamburguesa de un euro en el McDonald’s. Sigo en Madrid, buscándome la vida como puedo. Intenté mendigar por la calle durante un tiempo, pero no sacaba mucho y además no me gustaba. Mendigar me parece algo que se debe hacer solo cuando ya no te queda más remedio, y estaba segura de que algo podía hacer. Muchas veces no me quedaba dinero para nada, así que meveía obligada a robar algo de comida en algún supermercado o en el chino del barrio en el que estuviese. Normalmente todo iba bien, pero alguna vez se me complicaba la cosa. Recuerdo especialmente un caso, cuando tenía catorce años. Llevaba casi dos días sin comer y necesitaba cualquier tipo de alimentación cuanto antes. Estaba en el centro, en el barrio de la Latina, y encontré un chino. A mí noes que me guste robar, pero el hambre puede llegar a controlar a una persona por completo. Entré y empecé a buscar algo que estuviese bueno pero que fuese sencillo de robar. El chino que estaba en la caja me miró con mala cara cuando entré, y no me quitó el ojo de encima. Esto iba a ser más complicado de lo que pensaba. Fingí que no sabía que me miraba y seguí buscando. Por fin encontré lo quebuscaba: un bocata de jamón y queso que venía con una botellita de zumo de naranja. Se me hacía la boca agua solo de mirarlo, pero intenté mantener el control. Pasé por delante del pasillo donde estaba el bocata y me lo metí en el bolsillo. Normalmente me gusta comprar algo barato para que no se note tanto que estoy robando, pero esta vez no me quedaba nada de dinero. El chino seguía mirándome, perono parecía que se hubiera dado cuenta de nada. Murmuré un “adiós” al salir y pensaba que todo iba a salir bien cuando va el bocata y se me cae del bolsillo. Y, cómo no, el chino lo ve.
-¡Espela! ¡No te vayas! ¡Vueve aquí! ¡Mi comida!- El chino se levanta y viene a por mí. Después de todo lo que me había costado conseguir el bocata de las narices, no quería que se fuese todo a la porra, así quesalí corriendo, gritando:
-¡Perdón! ¡Te devolveré el dinero, te lo prometo!- mientras él seguía gritando “espela”, “vueve”. Cuando el chino ya se cansó de correr y yo también, me senté en un parque y por fin disfruté del dichoso bocata. Desde entonces ya no robo en los chinos…
Alguna ayuda tuve durante ese tiempo tan difícil. Le debo mucho a mucha gente, pero a Rosa especialmente. Nos encontramosuna noche debajo de la marquesina de una tienda, en algún barrio del centro. Estaba lloviendo, hacía frío, no tenía donde dormir esa noche y la manta que tenía estaba empapada. Estaba acurrucada en una esquina, calentándome como podía, cuando llegó ella. Tenía una manta gruesa que parecía nueva, pero su ropa y su aspecto me daban a entender que estaba en una situación parecida a la mía. No eramucho mayor que yo. Nos miramos, y al ver ella mi cara helada se acercó y me ofreció compartir su manta. Empezamos a hablar y me contó que no conoció a sus padres y que llevaba desde los siete años (tenía diecisiete, yo casi quince) con su hermana pequeña a solas por Madrid. Recientemente, hubo un incendio en una iglesia donde las habían acogido unas noches y su hermana, de diez años, murió. Rosa...