Lazarillo
Con todas las burlas y maltratos que me había hecho el ciego estaba decidido a escaparme y dejarlo.Fue así que un día que salimos a pedir limosna y había llovido mucho la noche anterior y entonces, de día ya, la lluvia continuaba. El ciego rezabadebajo de unos portales donde la lluvia no lo mojaba, pero como llegaba la noche y seguía lloviendo, decidió que debíamos buscar una posada. Ycomo para llegar había que pasar por unas calles donde el agua estaba algo honda le dije:
—Tío, el arroyo está muy ancho, así que la única formade cruzarlo es saltar sobre él.
—Está bien Lázaro, pero guíame a donde el arroyo sea mas angosto, que mojarnos los pies en época de invierno noshará pasar mal.
Como todo iba a mi conveniencia, lo lleve justo frente a una columna y le dije que ese era el lugar más angosto del arroyo. Ycomo la lluvia estaba fuerte y el pobre se mojaba mucho, me apresuró diciendo:
—Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.
Yo lo puse bienderecho, justo frente a la columna y salté y me coloqué detrás de ese poste. Y protegido por él, como quien espera un tope de toro, le dije:—¡Venga, salte con todas sus fuerzas para que pueda llegar al otro extremo!
Y dicho esto, el ciego dio un paso atrás para tomar impulso y se abalanzócon todas sus fuerzas y se dio tal cabezazo contra el poste que sonó muy fuerte y cayó luego para atrás, medio muerto y con la cabeza hundida.
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