Leccion de cocina

Páginas: 16 (3974 palabras) Publicado: 20 de septiembre de 2012
Lección de cocina

La cocina resplandece de blancura. Es una lástima tener que mancillarla con el uso. Habría que sentarse a contemplarla, a describirla, a cerrar los ojos, a evocarla. Fijándose bien esta nitidez, esta pulcritud carece del exceso deslumbrador que produce escalofríos en los sanatorios. ¿O es el halo de desinfectantes, los pasos de goma de las afanadoras, la presencia oculta dela enfermedad y de la muerte? Qué me importa. Mi lugar está aquí. Desde el principio de los tiempos ha estado aquí. En el proverbio alemán la mujer es sinónimo de
Küche, Kinder, Kirche.
Yo anduve extraviada en aulas, en calles, en oficinas, en cafés; desperdiciada en destrezas que ahora he de olvidar para adquirir otras. Por ejemplo, elegir el menú
.
¿Cómo podría llevar al cabo labortanímproba sin la colaboración de la sociedad, de la historia entera? En unestante especial, adecuado a mi estatura, se alinean mis espíritus protectores,esas aplaudidas equilibristas que concilian en las páginas de los recetarios lascontradicciones más irreductibles: la esbeltez y la gula, el aspecto vistoso y laeconomía, la celeridad y la suculencia. Con sus combinaciones infinitas: laesbeltez y laeconomía, la celeridad y el aspecto vistoso, la suculencia y... ¿Quéme aconseja usted para la comida de hoy, experimentada ama de casa,inspiración de las madres ausentes y presentes, voz de la tradición, secreto a voces de los supermercados? Abro un libro al azar y leo: “La cena de donQuijote.” Muy literario pero muy insatisfactorio. Porque don Quijote no teníafama de
gourmet
sino de despistado.Aunque un análisis más a fondo del textonos revela, etc., etc., etc. Uf. Ha corrido más tinta en torno a esa figura que aguadebajo de los puentes. “Pajaritos de centro de cara.” Esotérico. ¿La cara dequién? ¿Tiene un centro la cara de algo o de alguien? Si lo tiene no ha de serapetecible. “Bigos a la rumana.” Pero ¿a quién supone usted que se estádirigiendo? Si yo supiera lo que es estragón y ananá noestaría consultando estelibro porque sabría muchas otras cosas. Si tuviera usted el mínimo sentido de larealidad debería, usted misma o cualquiera de sus colegas, tomarse el trabajo deescribir un diccionario de términos técnicos, redactar unos prolegómenos, idearuna propedéutica para hacer accesible al profano el difícil arte culinario. Peroparten del supuesto de que todas estamos en el ajo y selimitan a enunciar. Yo,por lo menos, declaro solemnemente que no estoy, que no he estado nunca ni eneste ajo que ustedes comparten ni en ningún otro. Jamás he entendido nada denada. Pueden ustedes observar los síntomas: me planto, hecha una imbécil,dentro de una cocina impecable y neutra, con el delantal que usurpo para hacerun simulacro de eficiencia y del que seré despojada vergonzosa perojusticieramente. Abro el compartimiento del refrigerador que anuncia “carnes” y extraigo unpaquete irreconocible bajo su capa de hielo. La disuelvo en agua caliente y se merevela el título sin el cual no habría identificado jamás su contenido: es carne especial para asar. Magnífico. Un plato sencillo y sano. Como no representa lasuperación de ninguna antinomia ni el planteamiento de ninguna aporía, noseme antoja. Y no es sólo el exceso de lógica el que me inhibe el hambre. Es también elaspecto, rígido por el frío; es el color que se manifiesta ahora que hedesbaratado el paquete. Rojo, como si estuviera a punto de echarse a sangrar.Del mismo color teníamos la espalda, mí marido y yo después de las orgiásticasasoleadas en las playas de Acapulco. Él podía darse el lujo de “portarse comoquien es”y tenderse boca abajo para que no le rozara la piel dolorida. Pero yo,abnegada mujercita mexicana que nació como la paloma para el nido, sonreía asemejanza de Cuauhtémoc en el suplicio cuando dijo “mi lecho no es de rosas y se volvió a callar”. Boca arriba soportaba no sólo mi propio peso sino el de élencima del mío. La postura clásica para hacer el amor. Y gemía, dedesgarramiento, de placer....
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