Lecturas

Páginas: 212 (52922 palabras) Publicado: 12 de mayo de 2012
El castillo del acantilado
Barbara Cartland

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El castillo del acantilado (1982)
Título Original: Debt of honor (1959)
Editorial: Harmex
Sello / Colección: Barbara Cartland 49
Género: Histórico
Protagonistas: Andrew Chard y Laura Ruckley
Argumento:

En su castillo del acantilado, azotado por los vientos del mar, Laura Ruckley había soñado a menudo con un amor plácido ydichoso. No sospechaba que cuando llegase a su vida, se encontraría en medio de una vorágine de violencia y muerte. Para salvar a su hermano, Laura debía traicionar al hombre que amaba… y entregarse a Lew Quayle, que estaba decidido a poseerla sin reparar en medios, aunque ella le odiase.




Capítulo 1
—¡Laura, Laura! —la voz del joven Sir Hugh Ruckley retumbó en el vestíbulo y su eco llegóhasta la habitación del primer piso donde la joven colocaba unos capullos de rosa en un recipiente de cristal. Dejó caer el ramo, sobresaltada, y salió corriendo al pasillo para asomarse a lo alto de la escalera—. ¡Laura! —oyó de nuevo la voz masculina—. ¿Dónde diablos se mete esta muchacha?

—¡Aquí estoy, Hughie! —gritó ella, inclinándose sobre la barandilla de roble.

El joven Sir alzóla cabeza y exclamó de mal humor:

—¡Caramba, Laura! Casi me desgañito dando voces.

—¡Qué maravilla, Hughie, has vuelto! No te esperaba.

—No, ya me he dado cuenta de ello —contestó él con sequedad.

Laura comprendió, por su tono de voz, el ceño que ensombrecía su rostro y la impaciencia con que se golpeaba las botas de montar con la fusta, que algo malo le sucedía a suhermano. Bajó casi a saltos los peldaños y se le acercó.

—¿Qué ocurre, Hugh? ¿Es… algo grave?

—Lo peor que puedas imaginarte —replicó él bruscamente—. Pero ya habrá tiempo de hablar de ello. Ahora reúne a Bramwell y a las criadas. La casa tiene que estar lista…

—¿Lista para qué? —le interrumpió Laura.

—¡Haz lo que te digo! —exclamó Hugh, irritado. Mas de pronto, comoavergonzado de su actitud, agregó—: Perdóname, Laura. Estoy en un serio apuro y sólo tú puedes ayudarme.

—¡No me digas que has perdido dinero otra vez! ¡Oh, Dios mío!…

—No, no, nada de eso. En realidad, esta vez he ganado. ¡Y hubiera ganado mucho más de no interrumpirme ese Chard que el cielo confunda!

—¿Chard? ¿Quién es?

—¡No irás a decirme que no has oído nombrar nunca aLord Andrew Chard! Pero, ¿de qué habláis en este rincón olvidado de Dios? Vamos, vamos, Laura, no me distraigas y haz lo que te digo.

Laura se dirigió hacia la puerta que había debajo de la escalera y que conducía a los aposentos de la servidumbre. Sus zapatos sin tacones no hacían ruido alguno, por lo que parecía flotar en vez de caminar sobre la gastada alfombra, con una gracia quehubiera parecido encantadora a cualquiera menos a su irritado hermano. Éste no estaba de humor en aquel momento para apreciar tampoco la musicalidad de su voz cuando llamó al viejo criado.

Los rasgos faciales de ambos hermanos eran muy parecidos. Los dos poseían los mismos ojos grises, cuya mirada recordaba un mar tempestuoso, y las mismas cejas semejantes a las de un pájaro en vuelo. Los dos,también, tenían el pelo rubio muy pálido, casi ceniciento. Pero ahí acababa todo el parecido. Laura era frágil, delicada; Hugh, por el contrario, robusto, de un metro ochenta de estatura, viril y atlético, gracias a los años que había pasado como soldado en Francia.

—¿Qué? ¿Viene Bramwell o no viene?

—Sí, ya le oigo subir la escalera.

—Le llevará horas, como siempre. Estádemasiado viejo. Debía haberse retirado hace diez años.

Laura se volvió hacia su hermano con un suspiro de impaciencia y resignación al tiempo.

—¿Y dónde conseguiríamos a alguien que nos sirviese con tanta lealtad como él, y dispuesto además a que le paguemos sólo cuando buenamente se puede?

—Eso no es cierto, Laura —replicó Hugh, molesto—. Desde que yo volví a casa, se les ha...
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