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Estampida de palomas entre los olivos

1
Dos hombres bajaron de un auto cuando David Abril cruzaba la calle. Usaban ternos grises. El más bajo era gordo, los botones de la camisa, a la altura de su panza, amenazaban con saltar; tenía entre las manos una revista Caretas. El otro era flaco como un perro mojado. El gordo escudriñó la revista donde había una fotografía de David. Alparecer, lo reconoció y de inmediato le hizo una señal al hombre flaco que iba a su lado. En un instante, ambos empuñaron pistolas que refulgieron plateadas bajo el resplandor del sol. Abril se detuvo en seco y tuvo una fugaz visión: se vio tendido sobre una sábana verde de pasto recién cortado, perforado por tres o cuatro disparos asesinos… entonces comenzó a correr y se internó en El Olivar, un parqueantiguo arbolado de olivos retorcidos y fantasmagóricos.
Los disparos espantaron a las palomas que picaban semillas y migajas en la hierba. Abril esquivaba las balas zigzagueando entre los viejos árboles. Salió del bosquecillo y cruzó despavorido una calle. Un auto frenó estrepitosamente y se detuvo a pocos centímetros de David que, sin pausa alguna, alcanzó la acera y volteó para mirar a susperseguidores. En ese momento, una bala lo alcanzó.
De pronto, casi una docena de serenos armados con escopetas y revólveres rodearon a Abril, quien estaba tendido en el suelo, y dispararon al aire. Los guardias municipales vestían de marrón y estaban tocados con quepí. Los pistoleros huyeron de inmediato, mientras los uniformados herían locamente al cielo.
2
Adrián se miró al espejo. Cerró elpárpado derecho y lo presionó con u índice; lo retiró al instante haciendo una mueca de dolor. Esgrimió una vez más el índice amenazador en el vacío, lo proyectó hacia el otro ojo, pero frustró el movimiento. Se alejó del espejo y fue a sentarse en un sofá. Tomó una Marie Claire de un cesto cercano. El timbre del
Teléfono lo sorprendió devolviendo la revista a su lugar. Era David. — ¿Dónde hasestado en los últimos cinco días? —preguntó Adrián.
—Te lo explico cuando vengas. Estoy en la Clínica Italiana y tengo una herida de bala en la espalda.
Adrián frunció el ceño, soltó algunas frases irritadas y nerviosas. David le dijo que se calmara, que no era para tanto.
— ¿Podrías pasar por el estudio para traerme la Nikon y el trípode?
—Dijo David—. Me aburro mucho metido en esta cama.— ¿Quieres tu equipo? ¿No necesitas sangre, una pierna ortopédica, un riñón nuevo? —ironizó Adrián.
3
Eran las diez de la mañana cuando Adrián llegó a la clínica. Encontró a David jugando ajedrez con un hombre de unos cuarenta años que estaba en bata, sentado en una silla de ruedas y con la pierna izquierda enyesada.
—Hola —dijo David—. ¿Me trajiste el equipo?
—Claro. ¿Qué te pasó?—preguntó Adrián.
—Me dispararon.
—¿Te dispararon?
—Sí, en la espalda.
—¿Quién lo hizo?
—Eso quisiera saber.
El de la pierna enyesada no quitó la mirada del tablero, deslizó su reina a una posición de franco ataque y comenzó a reír. David lo acompañó con una sonrisa.
—¿Qué pasa? —preguntó David.
—Ahora sí te voy a ganar —dijo el hombre.
—¡Ah!, estabas haciendo un chiste —ironizó David—.Hace muchas partidas que espero una derrota.
—Pronto —dijo el ajedrecista obsesionado con su juego.
—No los he presentado —dijo David.
—Hola —dijo Adrián estirando una mano.
El enyesado levantó los ojos del tablero y cuando vio el rostro de Adrián fue como si hubiese recibido una ligera descarga eléctrica, como si una intempestiva vergüenza lo hubiese inhibido. Luego alargó una mano yestrechó la que Adrián le había ofrecido.
—Te traje Caretas —dijo Adrián—. El reportaje que hicieron de tu exposición es escandaloso, reprodujeron tu autorretrato…
—Ya vi la revista. De alguna manera me salvó la vida… Realmente he producido un escándalo, ¿no? Un escándalo. ¡Qué feo suena! Jamás imaginé que algunos de los retratados reaccionaran de esa manera.
—Hay otras personas aparte de...