Lecturas
Primer grado
Amado Nervo. Mexicano (1870-1919)
* El final de un idilio
Elsa Bornemann. Argentina (1952- )
* Mil grullas
Ana María Matute. Española. (1926- )
* La rama seca
Horacio Quiroga. Uruguayo. (1878-1937)
* El almohadón de plumas
* La gallina degollada
Juan Rulfo. Mexicano. (1918-1986)
* ¡Diles que no me maten!
JuanJosé Arreola. Mexicano. (1918-2001)
* Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos
Lafcadio Hearn
* Historia del dios de la porcelana
Las mil y una noches
* Los dos mercaderes y el tarro de aceitunas
Emilio Carballido
* Únete pueblo
* Selaginela
EL FINAL DE UN IDILIO
Amado Nervo
Aquella mañana, a la hora del recreo, el prefecto de los chicos se acercó a mí y medijo con voz seca, en la cual presentí no sé qué catástrofes pavorosas:
–Suárez: el padre superior le llama a usted del otro colegio. Póngase su cachucha y vamos.
Mientras buscaba la consabida prenda, hacía, con temor de adivinar la verdad, mi examen de conciencia: cuando el padre superior me llamaba no era, sin duda, para hacerme alguna caricia; eso me lo tenía bien sabido. Se trataba de unareprimenda y de un castigo; pero ¿por qué? Aún me faltaban cinco días sin dulce para cumplir mi condena de quince, que me fue aplicada gracias a aquella suela de zapato viejo que encontré en el campo y que, hecha fragmentos, distribuí concienzudamente en todos los platos de carne que, a la hora del refectorio, pasaron de mis manos a las de mis compañeros ;no concluía aún tres de los diez dictadosque me fueron impuestos por haber picado con el índice uno de los carrillos de Iyarzábal, en el momento crítico en que éste hacía un buche de agua, obligándole a arrojar, en un cristalino chorro horizontal, todo el líquido sobre la sotana del prefecto. ¿Qué nuevo delito podía haberme atraído las iras del padre superior? De pronto en mis cavilaciones se hizo la luz: ¡Concha! ¡Se trataba de Concha!
Yme puse lívido.
Han de saber ustedes que el otro colegio, designado así por todos nosotros, era un internado de niñas, frontero a nuestro plantel, fundado por el propio fundador de éste, y al cual íbamos frecuentemente los muchachos, ya en demanda de los auxilios de sor Pascuala, enfermera habilísima, cuando estábamos ligeramente enfermos; ya invitados para asistir a alguna representaciónteatral organizada para festejar a las superioras; ya a fin de presenciar los exámenes y la distribución de premios.
La frecuencia con que unos y otras nos veíamos había enredado tales y cuales idilios fugitivos e ingenuos, alimentados por carticas pésimamente ortografiadas, que se cambiaban con zozobras indecibles en la primera oportunidad, y cuyo inocente poema de anhelos en flor, indefinidos eimprecisos, era para muchos el solaz de lentas horas de tedio, distribuidas entre el aula, el recreo y las prácticas religiosas. En aquellos dos colegios, plantados como dos enormes colmenares en medio de una quieta y florida aldea de la provincia mexicana. Yo no había querido ser menos que los demás. Pues que ellos tenían novia y con ella se carteaban a maravilla, ¿por qué había de resignarme a seguirponiendo pedacitos de suela vieja en los platos de mis compañeros y a picarles los carrillos cuando hacían buches de agua, condenándome así a no probar más dulce en toda la vida y a escribir dictados durante toda la eternidad? Y resuelto a variar el curso de mi existencia, garrapateé una carta para Concha, una colegiala más rubia que las mañanitas de mayo, y en cuyos ojos verdes había ya todo loinsondable del mar. ¿Qué le dije? No lo recuerdo, algo como un gorjeo de pajarillo travieso que empieza a tender el ala al sol, traducido con la peor letra del mundo en la hoja no muy pulcra de un cuaderno de escritura, hecha luego veinte mil dobleces. Aproveché la primer coyuntura para hacer llegar a sus manos la misiva, y la muchacha me premió a poco, en la capilla del pueblo, donde oíamos...
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