Leer el mundo

Páginas: 30 (7271 palabras) Publicado: 22 de octubre de 2013
Leer
el mundo
Felipe Garr i d o

En su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua
Felipe Garrido hace una reflexión sobre su gusto por la lectura y por la lectura interminable del Quijote. Sus recuerdos de
infancia, sus comienzos como maestro y ¿por qué no? sus pesadillas forman parte también de este magnífico texto que invita, como él mismo dice, a poner significado y sentidoen lo que
leemos y a convertir esa operación en “un acto placentero, en
una forma de vida, en un recurso para leer el mundo”.
Ahora que las ruedas del tiempo van cerrando cuatro
siglos de que, para pasmo del Sol y de los rosados dedos
de la Aurora, para solaz y provecho de sus lectores, para asombro del mundo mientras haya mundo, por vez
primera se dio noticia de los ve n t u rosos y losdesve nt urados pasos de aquel hidalgo Quijada o Quesada o
Quijana o Quijano o, según él mismo acordó llamarse,
Don Quijote de la Mancha o, como lo nombró su escudero —“pues verdaderamente tiene vuestra merced
la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto”—
el Caballero de la Triste Figura, no está por demás confiarles, aquí en secreto, solicitándoles discreción, pues
es cosa para nosaberse fuera de este círculo de amigos,
que por mucho tiempo yo creí que el autor de sus andanzas no era otro más que mi señor padre.
Acontecía que a veces, cuando en las noches don
Ignacio nos contaba un cuento, a mis hermanas y a mí,
aquel nuestro diminuto departamento de la calle de San
Francisco, en la Colonia del Valle de esta ciudad, volvía
a iluminarse con la presencia del caballeromanchego y
de su cauto escudero.

48 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Una mañana Don Quijote y Sancho iban por el campo,
cuando vieron a lo lejos unos molinos de viento. Y entonces dijo Don Quijote: “Mira, Sancho, aquellos desaforados gigantes. Aquí cumpliré la mayor hazaña que la
Tierra ha visto, porque voy a forzarlos que vayan al Toboso a ponerse al servicio de mi señora Dulcinea...”.—palabra más, palabra menos decía mi padre, con
la cabeza envuelta en el humo de los Delicados, y nosotros dejábamos de hacer lo que estuviéramos haciendo
y nos sentábamos al pie de su sillón, embobados... El
duelo con el vizcaíno, la jaula de los leones, el Caballero
de los Es p e j o s... fueron así ganando lugar en mis pens amientos. Algún domingo, de vez en cuando, de la
mano y la vozde mi madre, doña María de los Ángeles, tan gran lectora y cuentera como su marido, seguíamos las umbrosas avenidas del bosque hasta los
azulejos de la Fuente, que en aquel tiempo no necesit aba jaula. En nuestra inocencia, nada nos extrañaba
ver aquellas historias familiares convertidas en monumento público.

LEER EL MUNDO

Comienza la pesadilla: al apagarse la luz quedan en la
retina unaniña y un niño descalzos que cruzan por un
puente de tablones desconcertados. El ángel que va a sus es paldas alza la mirada, me guiña un ojo, sonríe como si
estuviera a punto de hacer algo bestial —pero ya no hay
luz, no puedo ver qué más sucede.
Un día, comenzando la primaria, fui con mi escuela,
el Instituto México, al Palacio de las Bellas Artes. Recuerdo el asombro que nos provocaron laprofusión de
mármoles, el altísimo plafón, la oscuridad de la sala, la
acción en el escenario y, de pronto —vive el cuadro en
mi memoria—, Clavileño alza el vuelo y cruza por los
aires hasta las tinieblas del tercer piso seguido por nuestros aspavientos. Fue la primera vez que vi teatro: la
adaptación que para niños hizo del Quijote —lo supe
muchísimo después— Salvador Novo. No atiné apreguntarme cómo habían llegado allí las peripecias que yo
atribuía a la invención de mi padre; la emoción me ahogaba: yo conocía a los personajes, sabía de qué trataba
la historia, y eso me daba poderes; me inscribía en una
cofradía extendida por la redondez de la Tierra.
En ese tiempo empezaba a leer y nos habíamos mudado a San José Insurgentes: el jardín escondía endriagos y vestiglos, y las...
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