Leer mentes
EL CEREBRO Y EL ARTE DE LA FICCIÓN
D. R. © Jorge Volpi, 2011
De esta edición:
D. R. © Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2011
Av. Universidad 767, Col. del Valle
México, 03100, D.F. Teléfono 5420 7530
www.alfaguara.com.mx
Primera edición: Febrero de 2011
ISBN: 978-607-11-0965-1
D. R. © Cubierta:Leonel Sagahón
Impreso en México
Leer la mente
El cerebro y el arte
de la ficción
Jorge Volpi
Para Diego, Rodrigo, Milena y Nicolás,
los auténticos superhéroes
Para que pueda ser, he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
losotros que me dan plena existencia.
OCTAVIO PAZ, Piedra de sol
Prólogo
El novelista neoyorquino
y la verdadera identidad
de madame Bovary
En su discurso tras recibir un importante premio literario, un célebre escritor estadounidense confesó que adoraba las novelas porque, a diferenciade casi cualquier otra cosa, no sirven para nada. No sé si la memoria me engaña —y, como habrá de verse, a fin de cuentas tampoco importa demasiado—. Para el escritor neoyorquino real, o para el que ahora dibujo en mi mente (¿o debería decir en mi cerebro?), la ficción literaria, y acaso toda manifestación artística, se distingue por carecer de un fin práctico fuera de lo que suele llamarse, concierta pedantería, el goce estético: no es ni el primero ni el último en suscribir esta idea. Una tesis de incierto origen romántico que, como trataré de demostrar en estas páginas, es esencialmente falsa.
Sólo en las sociedades que han llegado a ser lo suficientemente prósperas o lo suficientemente descreídas, las obras de arte han sido apreciadas como tales: objetos valiosos, susceptibles de sercomprados o vendidos, pero cuyo valor no depende de su utilidad, sino de la vanidad de sus dueños o la codicia de sus admiradores. Durante buena parte de la Antigüedad, con excepción quizás de la Atenas de Platón o la Roma imperial, mientras se prolongaron las esquivas sombras del Medioevo e incluso en otros momentos puntuales de la historia, un artista o un artesano jamás hubiese suscrito unaidea semejante: a sus oídos no sólo hubiese sonado herética, sino absurda. Su trabajo resultaba tan práctico, aun si se trataba de una praxis simbólica, como el de un herrero, un talabartero o un sastre. El arte era o bien decorativo o bien religioso, y nadie se hubiese ofendido al reconocerlo.
Sostener esto hoy, en una época en apariencia tan laica como la nuestra —en el fondo más indiferente queescéptica—, resulta casi blasfemo: sólo un artista menor o descarriado, o un provocador, se atreverían a sugerir que su trabajo sirve efectivamente para algo, o para mucho. Todavía hoy, son mayoría quienes piensan que sus obras —otro concepto rimbombante— son productos absolutamente individuales, resultado de su originalidad y de su genio (es decir, de su arrogancia), sin otro fin práctico quepermitirles ganarse la vida al comerciar con ellas.
Se equivocan: en su calidad de herramienta evolutiva, el arte no puede sino perseguir una meta más ambiciosa. ¿Cuál? La obvia: ayudarnos a sobrevivir y, más aún, hacernos auténticamente humanos. (Adviertes en mis palabras cierto menosprecio por el arte. No es tal. Creo, más bien, que quienes sacralizan el arte y lo colocan en un pedestalinalcanzable, producto de la inspiración divina o, en nuestra época, del talento o el copyright, pierden de vista el bosque por contemplar un solo árbol, por magnífico que sea.)
Que el arte exista en todas partes —las distintas sociedades humanas han conocido y desarrollado sus distintos géneros de maneras básicamente similares— debería prevenirnos sobre su carácter de adaptación por selección natural....
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