LEGADO CULTURAL DE LOS MAYAS

Yo tenía veinte años, medía metro setenta y pesaba algo más de sesenta kilos
Sus cejas eran de color rosa, una variante del rojo rosáceo de su pelo. No me parecía que el pelo pudiera ser natural,pero ¿cómo podía teñirse las cejas? Su rostro era delgado, con coloretes, vivaz, y sus dientes, largos y brillantes. Su avidez de simpatía, de tener compañía, no tenía límite.
Nos sentábamos en su mesade comedor, que tenía un mantel de encaje y un espejo octogonal en el que se reflejaba un cisne de cerámica. Bebíamos el café en tazas de porcelana y comíamos en platitos a juego
Por lo que conteníael aparador, por la vida rutinaria de la señora Gorrie como ama de casa, por los conjuntos que se ponía cada mañana, siempre a juego. Faldas y jerseys en tonos malva o coral, pañuelos de sedaartificial que armonizaban con la ropa.
—Siempre vístete antes que nada, como si fueses a irte a trabajar, y arréglate el pelo y maquíllate —me decía; más de una vez me había pillado en camisón—, y despuéssiempre puedes ponerte un delantal por encima si tienes que hacer la colada o cocinar. Te sube la moral.
Y siempre ten algo cocinado por si te viene una visita. (Por lo que yo sé, jamás tuvo másinvitados que yo; y a duras penas podría decirse que la visitara por iniciativa propia.) Y nunca sirvas el café en tazas de desayuno.
. Era un hombre grande: cabeza grande, hombros anchos, huesosrobustos.
Siempre dejábamos una cortina cerrada al pie de la cama para separar el recodo de la cocina. En realidad se trataba de una vieja colcha, una tela escurridiza con flecos que por uno de los ladosera de color beige amarillento, con un estampado de rosas rojas y hojas verdes, y por el otro tenía franjas diagonales rojas y verdes estampadas, como en una aparición fantasmal, con flores y follajesobre el beige. Aquella cortina la recuerdo con mayor intensidad que cualquier otra cosa del apartamento. Y no es de extrañar.
Si me hubiera parado a pensarlo, su sumisión me habría maravillado. Su...