lengua de los miniosns
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LECTURA
22
Los
Censores
Luisa
Valenzuela
¡Pobre
Juan!
Aquel
día
lo
agarraron
con
la
guardia
baja
y
no
pudo
darse
cuenta
de
que
lo
que
él
creyó
ser
un
guiño
de
la
suerte
era
en
cambio
un maldito
llamado
de
la
fatalidad.
Esas
cosas
pasan
en
cuanto
uno
descuida,
y
así
como
me
oyen
uno
se
descuida
tan
pero
tan
a
menudo.
Juancito
dejó
que
se
le
viera
encima
la
alegría
-‐-‐sentimiento
por
demás
perturbador
-‐-‐
cuando por
un
conducto
inconfesable
le
llegó
la
nueva
dirección
de
Mariana,
ahora
en
París,
y
pudo
creer
así
que
ella
no
lo
había
olvidado.
Entonces
se
sentó
ante
la
mesa
sin
pensarlo
dos
veces
y
escribió
una
carta.
La
carta.
Esa
misma que
ahora
le
impide
concentrarse
en
su
trabajo
durante
el
día
y
no
lo
deja
dormir
cuando
llega
la
noche
(¿qué
habrá
puesto
en
esa
carta,
qué
habrá
quedado
adherido
a
esa
hoja
de
papel
que
le
envió
a
Mariana?)
Juan
sabe
que no
va
a
haber
problema
con
el
texto,
que
el
texto
es
irreprochable,
inocuo.
Pero
¿y
lo
otro?
Sabe
también
que
a
las
cartas
las
auscultan,
las
huelen,
las
palpan,
las
leen
entre
líneas
y
en
sus
menores
signos
de
puntuación,
hasta en
las
manchitas
involuntarias.
Sabe
que
las
cartas
pasan
de
mano
en
mano
por
las
vastas
oficinas
de
censura,
que
son
sometidas
a
todo
tipo
de
pruebas
y
pocas
son
por
fin
las
que
pasan
los
exámenes
y
pueden
continuar
camino.
Es por
lo
general
cuestión
de
meses,
de
años
si
la
cosa
se
complica,
largo
tiempo
durante
el
cual
está
en
suspenso
la
libertad
y
hasta
quizá
la
vida
no
sólo
del
remitente
sino
también
del
destinatario.
Y
eso
es
lo
que
lo
tiene sumido
a
nuestro
Juan
en
la
más
profunda
de
las
desolaciones:
la
idea
de
que
a
Mariana,
en
París,
llegue
a
sucederle
algo
por
culpa
de
él.
Nada
menos
que
a
Mariana
que
debe
de
sentirse
tan
segura,
tan
tranquila
allí
donde
siempre soñó
vivir.
Pero
él
sabe
que
los
Comandos
Secretos
de
Censura
actúan
en
todas
partes
del
mundo
y
gozan
de
un
importante
descuento
en
el
transporte
aéreo;
por
lo
tanto
nada
les
impide
llegarse
hasta
el
oscuro
barrio
de
País, secuestrar
a
Mariana
y
volver
a
casita
convencidos
de
a
su
noble
misión
en
esta
tierra.
Entonces
hay
que
ganarles
de
mano,
entonces
hay
que
hacer
lo
que
hacen
todos:
tratar
ese
sabotear
el
mecanismo,
de
ponerle
en
los
engranajes
unos...
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