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Páginas: 6 (1388 palabras) Publicado: 27 de septiembre de 2014
EL CAMINANTE SOLITARIO
Cuento de
OSVALDO GONZÁLEZ REAL
 
 
"Las piernas son nuestro segundo corazón".
Dr. Barnard
 
"Vivimos una época de decadencia. Los jóvenes
no respetan a sus padres. Son rudos e impacientes".
Inscripción en una tumba egipcia (6.000 años a.d.C.)
 
 
–¿No te has decidido aún? –exclamó la voz maternal, con un tono de reproche.
El joven movió la cabezanegativamente y siguió atándose los cordones deshilachados de su "champión" blanco. La madre –una mujer de mediana edad, con un rictus permanente de ansiedad en el rostro–, haciendo un ademán que denotaba disgusto, dudó un momento y luego, suavizando la expresión, agregó:
–Hijo mío, los vecinos empiezan a murmurar; tienes que decidirte cuanto antes: mañana puede ser demasiado tarde. Al menos piensa ennosotros y en la vergüenza que tenemos que soportar a causa de tus ideas. Hazlo por mí, ¿quieres? Tu padre no ha dormido anoche. Es probable que pierda su empleo.
El padre del muchacho se encargaba de las computadoras en la Central Hidroeléctrica. Allí, sus compañeros ya no le dirigían la palabra y lo evitaban en el comedor. Lo consideraban culpable de la conducta insólita de su hijo, el de las"zapatillas blancas".
Guillermo levantó lentamente la cabeza y mirando a su madre directamente a los ojos, dijo con impaciencia:
–¿Cuándo comprenderán que no soy como los otros? ¿No ven que estoy perfectamente bien así, sin tener que depender de una máquina?
Una de las paredes de la habitación se iluminó repentinamente, y se escuchó una voz que repetía, monótonamente, una serie de mandamientos yreglas de conducta, recordando a los ciudadanos sus deberes para con el Estado. Una tanda de imágenes subliminales reforzaban las palabras del anónimo legislador. El adolescente hizo como que se tapaba los oídos y continuó:
 –¿Mamá, por qué no me dejan en paz? Papá sólo piensa en quedar bien con la empresa. Yo no existo para él: me trata como a una de sus calculadoras.
La mujer suspiróprofundamente, y luego, sin decidirse a responder, abandonó el comedor para dirigirse a la cocina, murmurando –por lo bajo– contra las ideas absurdas de su hijo.
En la impecable cocina, la criada mecánica apilaba los platos, mientras tarareaba una antigua canción interplanetaria: esas que se cantaban en la época de las sirvientas que emigraron a la Luna en busca de mejores salarios, dejando a las pobres amasde casa abandonadas a su suerte.
La madre de Guillermo desconectó el artefacto y lo condujo suavemente de la mano hasta la caja de metal, donde permanecía guardado –como una gigantesca marioneta– después de terminar las tareas domésticas.
La sirvienta no era un "robot" –de allí el trato especial que recibía–, sino una combinación de lo que quedó de una vieja actriz (después de la Guerra de lasMujeres) con brazos y piernas artificiales, agregados posteriormente.
El hijo rebelde observó a su madre con una mueca de disgusto, molesto por el cuidado que brindaba a ese extraño organismo –mitad humano, mitad máquina–, un ser híbrido, como aquellos viejos dioses egipcios, que participaban de dos naturalezas distintas y contradictorias.
– ¿Será que terminaremos reverenciándolos?– se preguntóel muchacho, mientras se incorporaba del colchón de aire sobre el que estaba recostado. Miró una vez al engendro electrónico, envidiando los cuidados que recibía y luego, cabizbajo, abrió la puerta del comedor y salió a la calle.
Bajo las luces de sodio, sus "championes" parecían fosforescentes. Un brillo fantasmal partía de sus pies: como el de ese polvo estelar que traían en sus zapatos losviajeros de la Vía Lactea. Ese resplandor daba a sus largos pasos un toque misterioso y fantástico. Los autos eléctricos pasaban velozmente junto a él, casi rozándole –como si desafiaran al osado peatón. Guillermo los veía surgir y desaparecer como fuegos, mientras intentaba reprimir la ira y el desprecio que le producían las asépticas máquinas con olor a trueno. Todas llevaban pintadas el emblema...
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