Lenguaje

Páginas: 116 (28786 palabras) Publicado: 23 de mayo de 2012
Rojo y negro
Crónica del siglo XIX
Stendhal












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Advertencia del editor


Esta obra estaba lista para ser publicada, cuando los grandes acontecimientos de julio orientaron los ánimos en una dirección muy poco favorable a los juegos de la imaginación. Tenemos razones para creer que las siguientes páginas fueronescritas en 1827.



















Primera parte


La vérité, l'ápre vérité.[1]
DANTON






















Capítulo 1
Una pequeña ciudad

Put thousands together
Less bad,
But the cage less gay.[2]
HOBBES


La pequeña ciudad de Verriéres puede pasar por una de las más bonitas del Franco Condado. Sus casas blancas, con sus puntiagudostejados de tejas rojas, se extienden por la ladera de una colina cubierta con vigorosos castaños cuyas verdes frondas señalan las más leves sinuosidades del terreno. El Doubs corre a algunos centenares de pies por debajo de sus fortificaciones, construidas antaño por los españoles y actualmente en ruinas.
Verriéres está protegida al norte por una alta montaña perteneciente a las estribaciones delJura. Las truncadas cimas del Verra se cubren de nieve desde los primeros fríos de octubre. Un torrente que se precipita desde lo alto de la montaña atraviesa Verriéres antes de verter su caudal en el Doubs y pone en marcha un gran número de aserraderos mecánicos, sencilla industria que procura un cierto bienestar a la mayor parte de sus habitantes, más campesinos que burgueses. Sin embargo, no sonlos aserraderos lo que ha enriquecido la pequeña ciudad, sino la fábrica de telas estampadas llamadas de Mulhouse, a la que se debe la prosperidad general que, desde la caída de Napoleón, ha permitido reconstruir las fachadas de casi todas las casas de Verriéres.
Apenas se entra en la ciudad, queda uno aturdido por el estrépito de una máquina ruidosa y de terrible aspecto. Veinte pesadosmartillos que caen retumbando con un ruido que hace temblar el suelo son elevados por una rueda que el agua del torrente pone en movimiento. Cada uno de estos martillos fabrica diariamente no sé cuántos millares de clavos. Lindas y frescas muchachas presentan, al golpe de esos enormes martillos, pequeños trozos de hierro que rápidamente se convierten en clavos. Este trabajo, tan rudo en apariencia, es unode los que más sorprenden al viajero que penetra por primera vez en las montañas que separan Francia de Suiza. Si al entrar en Verriéres, el viajero pregunta a quién pertenece aquella soberbia fábrica de clavos que ensordece a las gentes que remontan la calle mayor, le contestarán con acento cansino: «Es del señor alcalde».
A poco que el viajero se detenga en la amplia calle mayor de Verriéres,que asciende desde la orilla del Doubs hasta la cumbre de la colina, puede apostar ciento contra uno a que verá aparecer un hombre corpulento, de aspecto atareado e importante.
Al verle, todo el mundo se descubre rápidamente. Tiene el pelo grisáceo y viste un traje gris. Es caballero de diversas órdenes, posee una frente despejada, nariz aguileña y, en conjunto, sus facciones no carecen decierta regularidad. Incluso puede decirse, a primera vista, que une a su dignidad de alcalde de pueblo aquel atractivo especial que todavía puede darse a los cuarenta y ocho o cincuenta años. Pero el viajero parisiense no tarda en sorprender en este personaje un cierto aire de suficiencia y de satisfacción de sí mismo, mezclados a un no sé qué que delata una inteligencia limitada y muy pocaimaginación. En una palabra, es fácil darse cuenta de que todo el talento de aquel hombre se reduce a hacerse pagar con la mayor puntualidad lo que le deben, y a retrasar lo más posible el pago de sus propias deudas.
Tal es el señor de Renal, alcalde de Verrieres. Después de haber cruzado la calle con paso grave, entra en la alcaldía y desaparece a los ojos del viajero. Pero, cien pasos más arriba, si...
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