Lewis Carroll
De todo tipo de verdades, Lewis Carroll da en su obra la ilustración e incluso la prueba. Verdades que, aunque ciertas, no son evidentes.Allí se discierne que sin valerse de ninguna perturbación, puede producirse malestar, pero que de este malestar se desprende una alegría singular. De entrada hago hincapié en esto, para descartar laconfusión que amenaza si adelanto que el psicoanálisis es el que mejor puede dar cuenta del efecto de esta obra. También porque éste no es el psicoanálisis que se encuentra a la vuelta de la esquina.Sólo el psicoanálisis esclarece el alcance de objeto absoluto que puede tomar la niñita. Ello se debe a que encarna una entidad negativa que lleva un nombre que no he de pronunciar aquí si noquiero embarcar a mis oyentes en las acostumbradas confusiones.
De la niñita, Lewis Carroll se hizo el servidor, ella es el objeto que él dibuja, el oído que quiere alcanzar, ella es a la que, entretodos, él se dirige verdaderamente. ¿Cómo esta obra, después de esto, nos concierne a todos? No se lo entiende bien sin una teoría determinada de lo que hay que llamar el sujeto, la que el psicoanálisispermite.
En este punto, la curiosidad indaga para saber cómo Lewis Carroll llegó hasta allí. La curiosidad se quedará con hambre, pues la biografía de este hombre que mantuvo un escrupuloso diario,no deja de escapársenos. Ciertamente, en el tratamiento psicoanalítico de la verdad, la historia es dominante, pero no es la única dimensión, la estructura la domina.
De esto resulta un ejerciciosin pedantería, que al fin de cuentas me parece preparar a Alice Lidell, para evocar a toda lectora actual mediante aquella que fue la primera en deslizarse en ese corazón de la tierra que no abriganinguna caverna, para encontrar allí problemas tan precisos como éste: que sólo se franquea una puerta proporcionada a su talla y tomar, con el conejo apurado, la medida de la absoluta alteridad de...
Regístrate para leer el documento completo.