Ley de tierras
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Por lo general, las contrarreformas son reacciones sociales o políticas que buscan un reacomodamiento de fuerzas luego de una revolución o de un cambio social o político importante. En Colombia, como cosa extraña, tenemos una contra-rreforma que no es una reacción contra nada, ni obedecea algún cambio, sino que es una especie de profundización del pasado. Me refiero a la contrarreforma agraria. Si el apelativo "contra" tiene algún sentido aquí es en referencia a un ideal que nunca existió.
Hace un par de semanas, el Vicecontralor General de la República puso el dedo en la llaga: "Mediante la compra o apropiación indebida de tierras -alrededorde un millón de hectáreas- pornarcotraficantes y grupos armados ilegales en los últimos 20 años se ha realizado la más aberrante concentración de la tierra en el país. Una auténtica contrarreforma agraria".
Según estimativos del Incora -dice la Contraloría (La gestion de la reforma agraria y el proceso de incautación y extinción de bienes rurales p. 2)-, los narcotraficantes poseen el 48% de las mejores tierras del país,mientras que el 68% de los propietarios (pequeños campesinos) sólo posee el 5,2% del área. Según el PNUD y el DNE los narcotraficantes compraron tierras en 409 de los 1.039 municipios del país. Los casos más dramáticos son el del Valle, en donde este tipo de compra de tierras ascendió a 85,/%; Córdoba, 84%; Quindío, 75%; Risaralda, 71,4%, y Antioquia, 70,9%.
De otra parte, el Estado ha sidoincapaz de utilizar la figura de la extinción de dominio para compensar la concentración de la propiedad de la tierra agrícola. De las 150.000 hectáreas que se propuso entregar este gobierno a los campesinos -110 de las cuales provendrían de la extinción de dominio-, sólo se han adjudicado 5.000, esto es, menos del 5% de la meta propuesta (Contraloría Extinción de Dominio, reforma agraria,democraca ypaz, p 8).
Para llegar a esta penosa situación se juntaron dos males. El latifundio y el narcotráfico. El primero siempre ha hecho parte de la vida nacional y viene de la época colonial, cuando el prestigio económico, el estatus social y el poder político estaban ligados a la posesión de tierras. El uso de la tierra siempre fue menos importante que el hecho de tener la propiedad. La condiciónde dueño era más importante que la de empresario agrícola.
Hoy, todavía tenemos mucho de esa herencia colonial y ello se manifiesta en lo que yo llamaría la "cultura de la finca", difundida entre las clases alta y media alta del país. Además de los beneficios económicos -con frecuencia especulativos- y de recreo, las fincas son percibidas como una manifestación de estatus social. Con todosestos atractivos, el campo es y ha sido en Colombia propiedad de los médicos, de los abogados, de los militares, de los comerciantes, de los políticos -presidentes incluidos- de la Iglesia y de muchos otros miembros de las elites.
Desde los trabajos sobre sociología política y rural de los 50 (Barrington Moore, por ejemplo), hasta los últimos informes del Banco Mundial sobre el campo (uno recientede Guillermo Perry), los investigadores insisten en que mientras más desiguales son lo patrones de distribución de la tierra, más difícil es lograr la democracia y el desarrollo. Este es uno de esos raros consensos entre los investigadores de ciencias sociales e incluso entre los ideólogos de la democracia. No hay que tener, pues, una inspiración socialista, para ver una enorme injusticia en laexistencia del latifundio. ¿No es acaso Hernán Echavarría Olózaga uno de los pocos que insiste en la necesidad de una reforma agraria para Colombia?
El segundo de los males es el narcotráfico. Mediante la compra paulatina y solapada de tierras, los narcotraficantes han logrado hoy lo que no consiguieron a finales de los 80 mediante los atentados terroristas. A través de la compra ilegal de...
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