Leyenda de la India Dormida

Páginas: 10 (2458 palabras) Publicado: 25 de junio de 2013
La india dormida
POR LUISITA AGUILERA P.
Llegó el día en que Piria iba a ser consagrada esposa del sol. Tendida en su estera la joven pasó revista a todos los acontecimientos de su vida, desde su feliz infancia hasta su lozana juventud. Con ternura recordó a su madre siempre dulce y cariñosa, y a su padre Mani Yisu cuya sola presencia hacia temblar a sus mujeres pero que desarrugaba su adustafaz al verla. Jamás escuchó de esos labios imperativos y severos para cuantos lo rodeaban, un no a un anhelo, a un deseo suyo. —¡Viejo y querido padre! —murmuró con los ojos nublados por el llanto—. ¡Cuán solo te encontrarás después de mi partida! Recordó luego a Chirú. El apuesto y valiente guerrero que se prendó de sus hechizos y que en poéticas palabras le mostrara su pasión. ¡Cómo latió sucorazón por el extranjero gentil! En las verdes praderas, bajo las noches estrelladas, él le habló de su amor y sus ensueños. ¡Cuántas veces ruborosa dejó apri- sionar sus manos por las fuertes y ardorosas del mancebo! ¡Cuántas veces se contempló en aquellos ojos que con tanta ternura la miraban! ¡Cuántas veces estuvo a punto de dar el sí, de besar esos labios que temblaban amorosos! Y cuántasveces también una fuerza inexplicable dominadora de su voluntad impuso silencio a su emoción.
¡Pobre Chirú! ¿Dónde estaría ahora? Unos decían que había muerto; otros que había partido a regiones lejanas. ¡Al pensar en todo esto sentía un poco de pena por él...!
De pronto su pensamiento se detuvo en Montevil, aquel joven de su tribu que también la pretendiera. Ambicioso, arrogante y de un valor atoda prueba, su padre aceptó con agrado sus razones. Ella no; el mozo sólo recibió desdenes. Pero por mucho tiempo no olvidó el gesto de rencor que se dibujó en la faz de su enamorado ante el no rotundo con que le puso fin a sus aspiraciones. Nunca contó a su padre sus temores de que Montevil quisiera vengarse y se alegró de su actitud. Él pareció olvidarla, y al final, ella también olvidó. Masahora sin saber por qué, el gesto de aquel hombre volvía a atormentarla. Un funesto presentimiento oprimió su pecho. Con un esfuerzo de voluntad se rehizo.
—¿Por qué recordar cosas desagradables en el día más féliz de mi existencia? —se dijo.
Un ruido de tambores hizo a Piria incorporarse. Ayudadas por sus doncellas que velaron con ella, se vistió una túnica de lienzo y se colocó sus joyas. Supadre, acompañado de los principales de las tribus y de una multitud engalanada con sus trajes de fiestas, la esperaba para conducirla al templo. El cortejo atravesó varias calles y llegó al santuario situado en la roca al borde de un abismo. En él ya estaban los sacerdotes que la esperaban para iniciar la ceremonia. Colocaron a Piria sobre una finísima estera de colores, mientras enviaban al soluna sentida plegaria. Una especie de himno cuya música solemne y majestuosa llenaba de emoción los corazones. Extendieron los brazos, y en ese instante un rayo de luz diáfana y pura cayó sobre Piria rodeando de un halo brillante su gentil y esbelta figura. Quedaba consagrada esposa del sol, intocable para los humanos.
La vida siguió su curso. En el templo Piria cuidaba llena de placentera unciónel fuego sagrado. Dejarlo apagar era símbolo de deslealtad al dios. La sacerdotisa reputada como impura debía morir en un suplicio espantoso, enterrada viva. Mas la nueva esposa del sol no temía que la llama por ella cuidada se extinguiera. Había desligado su corazón de todo terreno afecto. Su alma entera, su cuerpo inmaculado, todo su ser pertenecía al sol; vivía com- pletamente apartada de todocuanto sucedía fuera. La jefatura de la tribu era electiva, mas por primera vez se hicieron frecuentes las disenciones en el seno del consejo formado por los nobles. Un grupo era capitaneado por el padre de Piria; el otro por Montevil, el amante desdeñado de la muchacha. Montevil no había ahogado su amor; lo había ocultado simplemente. Pero al par de su cariño sentía odio profundo por quien lo...
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