Leyendas de Guatemala
Cuenta la leyenda que hace varios cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestro país.
Entre la tribu, había un guerrero malo y cruel al que todos en la tribu temían y respetaban, su nombre era Batsu.
Un día, llegó la edad necesaria en la que Batsu debería buscar esposa y entre todas las indígenas de la tribu, escogió a Jilgue, una hermosay delicada joven a la que le encantaba pasear por el bosque cantando como un pajarito.
A Jilgue no le gustaba para nada lo malo y despiadado que era Batsu y cuando ella se enteró de las intenciones de Batsu, decidió huir y corrió a esconderse en el bosque.
Batsu, como era de esperarse, estalló en cólera cuando se enteró que la hermosa joven había preferido huir y mandó a varios de susguerreros a buscarla en el bosque. Los guerreros se adentraron en el bosque y al poco tiempo escucharon el canto de Jilgue. Fueron acercándose cada vez más al sitio de dónde Jilgue se escuchaba cantando pero cada vez que ellos se acercaban Jilgue lograba escapar.
Batsu enfadado, decidió mandar a quemar el bosque para presionar a Jilgue y aceptara casarse con él. Las llamas empezaron a levantarse y elfuego empezó a consumir el bosque, Batsu entonces, quiso darle una oportunidad y le gritó a Jilgue que saliera del bosque para poder salvarse.
Para su sorpresa, Jilgue le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron, entre las llamas, como Jilgue cayó al suelo y agonizó. Pero en ese preciso instante, un pajarito color ceniza, con el pico y las patasrojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro común y corriente, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.
La Leyenda del Hombre Invisible
El chirrido de las viejas persianas anunció la llegada de don Renán Torreblanca, a la cantina dedon Mercedes, en el chapinísimo sector de la Calle de las Túnchez, de la capital guatemalteca.
El olor al fermento del aguardiente le llegó abriéndole más la gana del trago cotidiano. Don Renán era un hombre taciturno, llegaba a menudo al estanco de nuestro relato y, siempre apartado de los parroquianos se sentaba alejado en una mesa del fondo.
Desde que llegaba los comentarios no se hacíanesperar por parte de quienes lo observaban. —No me lo van a creer pero don Renán es un hombre raro, con estos ojos que algún día se comerán los gusanos, lo he visto desaparecer de mi vista.
El que hablaba era un obeso carpintero que cumplía con las órdenes de Baco, en el estanco.
—Eso sí que no te lo creo vos; porque eso sólo se lee en las novelas —respondió el amigo, agregando —solo viendo locreería.
El olor a las fritangas invadía el espacio y las risotadas apagaban los comentarios. Don Mercedes con su limpiador al hombro y su gabacha, departía con sus clientes mientras les servía las tandas.
— ¡Tanda servida, tanda pagada! Repetía el cantinero, agregando —Para evitar clavos posteriores.
Todos celebraban la puntada con una sonora carcajada.
Don Mercedes se fue acercando a la mesadel carpintero y el amigo que le acompañaba. Al calor de los tragos el tema era don Renán, que lejano de los comentarios, tomaba una copa lejos del grupo.
—Yo sí que no creo en esas cosas, pero ya son varios los que han visto desaparecer a don Renán —agregó el cantinero.
— ¿Y qué le han contado don Mercedes?
—Bueno, no es que yo sea chismoso, pero la vez pasada, justamente donde están ustedessentados, estaba tomando el finado Félix, ya estaba un tanto borracho, cuando salió atrás de don Renán.
Al poco tiempo regresó todo asustado gritando y diciendo que había visto palpablemente cómo don Renán había desaparecido ante su vista. Con decirles que la gran soca se le fue del puro susto, pero yo lo atribuí a los tragos que don Félix se había tomado.
El carpintero, un tanto más...
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