Leyes De Kepler

Páginas: 12 (2967 palabras) Publicado: 15 de noviembre de 2012
El Escuerzo, Leopoldo Lugones

Antes que nada dejo una referencia de el autor de este famoso y encantador cuento:

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en la provincia de Córdoba, primer hijo de Santiago Lugones y Custodia Argüello. Su madre le enseñó las primeras letras y fue responsable de una formación católica muy estricta.
En su niñez su familia se trasladó a Santiago delEstero y más tarde a Ojo de Agua, una pequeña villa situada en el sur de la provincia de Santiago del Estero.
Más tarde sus padres lo envían a cursar el bachillerato en el Colegio Nacional de Monserrat, en Córdoba, donde vive con su abuela materna. En 1892 su familia se trasladaría a esa ciudad y en esa época comienza a realizar sus primeras experiencias en el campo del periodismo y la literatura.Decepcionado, precisamente, por las circunstancias políticas de la década de 1930 y quizás por su propia militancia, se suicida el 18 de febrero de 1938 en un hotel de San Fernando, Buenos Aires, (llamado "El Tropezón" ) al ingerir una mezcla de cianuro y whisky.

El Escuerzo:

Un día de tantos, jugando en la quinta de la casa donde habitaba la familia, di con un pequeño sapo que, en vezde huir como sus congéneres más corpulentos, se hinchó extraordinariamente bajo mis pedradas. Horrorizábanme los sapos y era mi diversión aplastar cuantos podía. Así que el pequeño y obstinado reptil no tardó en sucumbir a los golpes de mis piedras. Como todos los muchachos criados en la vida semicampestre de nuestras ciudades de provincia, yo era un sabio en lagartos y sapos. Además, la casaestaba situada cerca de un arroyo que cruza la ciudad, lo cual contribuía a aumentar la frecuencia de mis relaciones con tales bichos. Entro en estos detalles para que se comprenda bien cómo me sorprendí al notar que el atrabiliario sapo me era enteramente desconocido. Circunstancia de consulta, pues. Y tomando mi víctima con toda la precaución del caso, fui a preguntar por ella a la vieja criada,confidente de mis primeras empresas de cazador. Tenía yo ocho años y ella sesenta. El asunto había, pues, de interesarnos a ambos. La buena mujer estaba, como de costumbre, sentada a la puerta de la cocina, y yo esperaba ver acogido mi relato con la acostumbrada benevolencia, cuando apenas hube comenzado la vi levantarse apresuradamente y arrebatarme de las manos el despanzurrado animalejo.-¡Gracias a Dios que no lo hayas dejado! -exclamó con muestras de la mayor alegría-, en este mismo instante vamos a quemarlo.
-¿Quemarlo? -dije yo-; pero qué va a hacer, si ya está muerto…
-¿No sabés lo que es un escuerzo -replicó en tono misterioso mi interlocutora- y que este animalito resucita si no lo queman? ¡Quién mandó matarlo! ¡Eso habías de sacar al fin con tus pedradas! Ahora voy a contartelo que le pasó al hijo de mi amiga la finada Antonia, que en paz descanse.
Mientras hablaba, había recogido y encendido algunas astillas sobre las cuales puso el cadáver del escuerzo.
¡Un escuerzo!, decía yo, aterrado bajo mi piel de muchacho travieso: ¡un escuerzo! Y sacudía los dedos como si el frío del sapo se me hubiera pegado a ellos. ¡Un sapo resucitado! Era para enfriarle la médula a unhombre de barba entera.
-¿Pero usted piensa contarnos una nueva batracomiomaquía? -interrumpió aquí Julia con el amable desenfado de su coquetería de treinta años.
-De ningún modo, señorita. Es una historia que ha pasado.
Julia sonrió.
-No puede usted figurarse cuánto deseo conocerla…
-Será usted complacida, tanto más cuando que tengo la pretensión de vengarme con ella de su sonrisa.Así, pues, proseguí, mientras se asaba mi fatídica pieza de caza, la vieja criada hilvanó su narración, que es como sigue:
Antonia, su amiga, viuda de un soldado, vivía con el hijo único que había tenido de él, en una casita muy pobre, distante de toda población. El muchacho trabajaba para ambos, cortando maderas en el vecino bosque, y así pasaban año tras año, haciendo a pie la jornada de la...
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