libro camila
Madeleine L'Engle
Camila
Si mi madre está en casa y no en el salón con Jacques, viene en seguida a verme cuando llego del colegio y tomamos el té o cacao juntas y charlamos; por eso, me bebí la leche a toda prisa, fui a su habitación y llamé a la puerta.
No hubo respuesta, pero cuando levantaba la mano para llamar de nuevo, oí la voz de mi madre.
—¿Quién es? —su voz sonaba apagada y comosi la tuviera algo tomada.—Soy yo, madre —dije—. Camila.
—¡Oh! —dijo mi madre—. Pasa, cariño. Creo que me he enfriado.
Pero cuando entré en el dormitorio y la miré, me di cuenta de que no estaba enfriada. Estaba echada en la cama, vestida, incluso con los zapatos puestos, con el rostro embotado y enrojecido, con aspecto de haber estado llorando durante horas y horas, como dice Luisa que le pasa aMona.
—Camila, cariño —dijo mi madre—. Haz el favor de echarme una manta por encima, que me estoy quedando helada. Ya tenemos encima el invierno, ¿no? Odio que se acabe el verano y aun el otoño..., aunque tuvimos unos días estupendos en octubre. Odio el frío. ¿Qué tal en el colegio? ¿Desayunaste a gusto con Luisa?
—Sí, gracias —dije.
—Ven aquí, Camila, ven —dijo mi madre, extendiendo susbrazos hacia mí. Me acerqué a la cama y ella me abrazó, atrayéndome hacia sí y noté sus lágrimas derramándose sobre mis mejillas—. No me odies, Camila. No me odies —dijollorando.
—Yo no te odio —dije con presteza y comencé a besarla suavemente, como si ella fuera la niña y yo la madre; por primera vez parecía mucho mayor que yo; lo bastante mayor, en realidad, para ser mi madre.
Una cosa que leencanta es que, cuando vamos juntas a algún sitio, la gente crea que somos hermanas, o cuando preguntan: «Cuál es la madre y cuál la hija?» Pero en ese momento tenía unos profundos surcos azulados debajo de los ojos y su rostro estaba abotargado y enrojecido; hubiera querido tenerla en mis brazos y apretarla contra mí, para que no pudiera verse en el espejo.
—Te quiero, madre —dije una y otra vez—. Tequiero mucho —nosabrazamos y nos arrullamos hasta que dejó de llorar; volvió a echarse sobre la almohada, suspirando entrecortadamente e hipando como un bebé agotado. Fui a su cuarto de baño, empapé una toalla en agua fría y, tras exprimirla, se la pasé por los ojos; después le froté la frente con un poco de agua de colonia, de un frasco que tenía en su tocador, y se quedó con los ojos cerrados,diciendo: «¡Qué bien me sienta esto, Camila, qué bien me sienta!», y yo me sentí vieja.
—Oh, cariño, ya sé que no soy muy juiciosa, pero ¿qué puedes hacer para agradar a una persona, si lo que quiere es todo lo contrario de lo que tú eres? Ya s
é que no soy tan inteligente como él... Todo lo que puedo darle es mi amor. Pero cuando él parece que no quiere..., si me felicita cuando soy menos
34cariñosa... ¡Oh! Claro que no emplea esas palabras, sino que dice que soy más sensata, pero eso es lo que significa... Es como si me clavara un cuchillo en el...
Una vez, incluso, me felicitó por ser más fría... con él. Eso me hirió más que...
Pero yo le quiero. Intenté..., intenté ser menos afectuosa..., pero no puedo reprimir la necesidad de cariño que hay en mí.
Dejó de hablar con un pequeñohipido y se tapó la boca con la mano, con un gesto rápido e infantil. Luego añadió en voz baja: «Si al menos tuviera a mamá para hablar con ella..., porque tengo que hablar con alguien. No puedo evitarlo, necesito hablar con alguien. ¡Si una no tuviera que hacerse mayor, Camila! ¡Si una pudiera ser siempre una niña! Yo no soy lo bastante fuerte para... ¡Oh, Camila! ¡Que Dios me ampare! ¡Que Diosme ampare!» Se echó a llorar de nuevo y, entre sollozos, dijo: «Me mataría si alguna vez supiera... Me mataría. Rafferty es un hombre violento, Camila. ¡No sabes lo violento que es!»
—¿Por qué iba a querer matarte, madre? —pregunté, con voz repentinamente fría y dura como una losa de mármol.
Dejó de llorar de repente, se incorporó y me aferró con ambas manos. —¡Oh,Dios mío! ¿Qué te he hecho,...
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