libro columna de hierro

Páginas: 100 (24893 palabras) Publicado: 24 de octubre de 2014
M arco Tulio Cicerón dio un respingo cuando su médico le puso sobre el pecho el emplasto caliente y, con la voz más bien regañona de un medio inválido, preguntó: -¿Qué es
esta porquería?
-Grasa de buitre -contestó el médico con tono orgulloso-. A dos sestercios el bote y garantizada para aliviar toda inflamación.
Los esclavos removieron las ascuas del brasero y Marco Tulio se estremecióbajo las mantas. Sobre sus pies le habían colocado un cobertor de pieles, pero él seguía sintiendo frío.
-Dos sestercios -repitió sombrío-. ¿Qué ha dicho de eso la señora Helvia?
-No lo sabe -repuso el médico.
Marco Tulio sonrió al pensar en lo que diría.
-Ese dinero lo anotará en los gastos de la casa -comentó-. Es excelente tener una esposa ahorrativa en estos tiempos de prodigalidad;aunque no siempre, si algo como este vil ungüento ha de ser añadido al gasto de alubias y utensilios de cocina. Creo que deberíamos llevar una cuenta de médicos y medicinas.
-Esta grasa se la he comprado a otro médico -contestó el galeno con un ligero tono de reproche-. La señora Helvia hace todo lo posible para no tener que tratar con comerciantes. Si esto lo hubiera tenido que comprar en unatienda, me habría costado cinco sestercios y no dos.
-Sin embargo, los dos sestercios figurarán en la cuenta de gastos domésticos -dijo Marco Tulio-. El coste de los lienzos y las prendas de lana para el niño que ha de nacer figurará entre el de las ollas, el pescado y la harina. Sí, una esposa ahorrativa es algo excelente; pero yo, como esposo, en cierto modo estoy resentido de que me enumerenentre los orinales y el queso de cabra. Yo mismo lo he visto.
Tosió fuertemente y el médico se sintió complacido.
-¡Vaya! -exclamó-. Esa tos va mejor.
-Hay veces -continuó Marco Tulio- en que un paciente, si quiere salvar su vida, debe apresurarse a mejorar para escapar de las recetas de su médico y sus porquerías. Es instinto de conservación. ¿Qué tiempo hace hoy?
-Muy malo y fuera de lonormal -respondió el médico-. Ha nevado. Las colinas y los pastos están cubiertos de nieve y el río se ha helado, pero el cielo está claro y despejado. Corre un vivo vientecillo del norte, pero eso le ayudará a curarse, amo. Lo que hay que temer es el viento del este y especialmente el del sudeste.
Marco Tulio estaba empezando a entrar en calor, no por el ardor de la fiebre, sino por la recuperaciónde la salud. Su ropa interior de lana comenzó a picarle y cada vez era más fuerte el hedor de la grasa de buitre. Se apresuró a taparse de nuevo el pecho con las mantas.
-Aún está por ver -dijo- si he de ser asfixiado por este hedor o por congestión de los pulmones. Creo que preferiría lo último.
Y tosió para convencerse. El dolor del pecho iba remitiendo. Echó un vistazo en derredor y vio alos esclavos diligentemente ocupados en echar más carbón al brasero.
-Ya basta -refunfuñó-. ¡Voy a ahogarme en mi propio sudor!
No era un hombre irritable por naturaleza, sino amable y cariñoso, siempre un poco abstraído. El médico se sintió animado ante esta irritabilidad, que significaba que su paciente se recuperaría pronto. Se quedó mirando aquel rostro moreno y delgado que destacaba entrelos blancos almohadones y sus grandes ojos negros que nunca lograban, a pesar de sus esfuerzos, parecer severos. Sus rasgos eran suaves y precisos, su entrecejo denotaba benevolencia y su barbilla, indecisión. Era un hombre joven y representaba menos edad de la que tenía, lo cual le fastidiaba. Tenía la calma y las manos en cierto modo pasivas del intelectual. Su fino cabello castaño le crecíadesordenado y caía sobre su alargado cráneo como si hubiera sido pintado allí y nunca fuera a crecer erguido a la manera de un hombre auténticamente viril.
Oyó pasos y dio otro respingo. Su padre venía a su dormitorio. Su padre, que era un romano chapado a la antigua. Cerró los ojos y fingió estar dormido. Quería a su padre, pero le resultaba pesado con todas aquellas historias sobre la grandeza...
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