libro crimen y castigo
Crimen y Castigo
Primera Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Segunda Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Tercera Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Cuarta Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IVCapítulo V
Capítulo VI
Quinta Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Sexta Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
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5
5
14
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90
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441
451
463
473
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Capítulo V
Capítulo VICapítulo VII
Capítulo VIII
Epílogo
Capítulo I
Capítulo II
483
498
511
521
532
532
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Crimen y Castigo
Fedor Dostoiewski
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CRIMEN Y CASTIGO
FEDOR DOSTOIEWSKI
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Crimen y Castigo
Fedor Dostoiewski
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Primera Parte
Capítulo I
Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un jovensalió de la
reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela de S... y, con paso lento e
indeciso, se dirigió al puente K...
Había tenido la suerte de no encontrarse con su patrona en la escalera.
Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y,
más que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le
había alquilado el cuarto conservicio y pensión, ocupaba un departamento del
piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salía, se veía obligado a
pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi
siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente
una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante una
expresión sombría. Debía unacantidad considerable a la patrona y por eso temía
encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida.
Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un estado de irritación, de
tensión incesante, que rayaba en la hipocondría. Se había habituado a vivir tan
encerrado en sí mismo, tan aislado, que no sólo temía encontrarse con su patrona,
sino que rehuíatoda relación con sus semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin
embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un sufrimiento. El
joven había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo trabajo.
En el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera
abrigar contra él, pero detenerse en la escalera para oír sandeces y vulgaridades,
recriminaciones,quejas, amenazas, y tener que contestar con evasivas, excusas,
embustes... No, más valía deslizarse por la escalera como un gato para pasar
inadvertido y desaparecer.
Aquella tarde, el temor que experimentaba ante la idea de encontrarse con su
acreedora le llenó de asombro cuando se vio en la calle.
«¡Que me inquieten semejantes menudencias cuando tengo en proyecto un
negocio tan audaz! - pensócon una sonrisa extraña - Sí, el hombre lo tiene todo al
alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas
narices... Esto es ya un axioma... Es chocante que lo que más temor inspira a los
hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Sí, eso es lo que más los
altera... ¡Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y
también podría decirque no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un
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mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros
echado en mi rincón, pensando... Tonterías... Porque ¿qué necesidad tengo yo de
dar este paso? ¿Soy verdaderamente capaz de hacer... "eso"? ¿Es que, por lo
menos, lo he...
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