Libro el cura de tours

Páginas: 97 (24203 palabras) Publicado: 26 de julio de 2010
EL CURA DE TOURS

A David, estatuario
La duración de la obra en que inscribo vuestro nombre, dos veces ilustre en este siglo, es muy problemática; mientras que vos grabáis el mío en el bronce, que sobrevive a las naciones aunque no haya sido batido mas que por el vulgar martillo del monedero. ¿No se verán confusos los numismáticos al hallar en vuestro taller tantas cabezas coronadas, cuandodescubran entre las cenizas de París esas existencias por vos perpetuadas hasta más allá de la vida de los pueblos, y en las cuales se les antojará adivinar dinastías? Vuestro es ese divino privilegio; a mí me corresponde la gratitud.
De Balzac.

En los comienzos del otoño del año 1826, el abate Birotteau, personaje principal de esta historia, fue sorprendido por un chaparrón al volver de lacasa donde había pasado la velada. Atravesaba, pues, tan rápidamente como sus carnes podían permitírselo la plazuela desierta llamada del Claustro, que se halla a espaldas del ábside de Saint-Gatien, en Tours.
El abate Birotteau, hombrecillo de constitución apoplética y de unos sesenta años, había sufrido ya varios ataques de gota. De suerte que, entre todas las pequeñas miserias de la vidahumana, la que más aversión le inspiraba era la súbita mojadura de sus zapatos, de ancha hebilla de plata, y la inmersión de sus suelas. En efecto; a pesar de los escarpines de franela con que se empaquetaba en todo tiempo los pies, con ese cuidado que los eclesiásticos ponen en su persona, siempre pillaba un poco de humedad; y al siguiente día la gota le daba infaliblemente pruebas de su constancia.Sin embargo, como el piso del Claustro siempre está seco y el abate Birotteau había ganado tres libras y diez sueldos al whist en casa de la señora de Listomère, soportó la lluvia con resignación desde el centro de la plaza del Arzobispado, donde había empezado a caer en abundancia. Además, en aquel momento acariciaba él su quimera, un deseo que tenía ya doce años de fecha, ¡un deseo de clérigo!, undeseo que se robustecía todas las noches y que ahora parecía próximo a cumplirse; en fin, el abate Birotteau se envolvía demasiado bien en la muceta de una canonjía para sentir la intemperie. Durante la velada, las personas habitualmente reunidas en casa de la señora de Listomère le habían casi garantizado su nombramiento para la plaza de canónigo a la sazón vacante en el capítulo metropolitanode Saint-Gatien, asegurándole que nadie la merecía como él, cuyos derechos, durante mucho tiempo olvidados, eran incontestables. Si hubiese perdido en el juego, si hubiese sabido que al abate Poirel, su contrincante, le hacían canónigo, entonces sí que la lluvia le habría parecido fría. Tal vez habría renegado de la existencia. Pero se encontraba en una de esas raras circunstancias de la vida enque las sensaciones dichosas nos hacen olvidarlo todo. Al apresurar el paso obedecía a un movimiento maquinal, y la verdad, tan esencial en una historia de costumbres, obliga a decir que no pensaba en el chaparrón ni en la gota.
Antes había en el Claustro, del lado de la calle Mayor, varias casas, reunidas por una cerca, que pertenecían a la catedral y servían de albergue a algunos dignatarios delcapítulo. Desde la enajenación de los bienes del clero, la ciudad hizo del pasaje que separa estas casas una calle, llamada calle de la Psallette[1] y por la cual se va desde el Claustro a la calle Mayor. Su nombre indica suficientemente que allí habitaban antaño el primer chantre, sus escuelas y los que vivían bajo su dependencia. El lado izquierdo de esta calle está formado por una casa cuyosmuros atraviesan los arbotantes de Saint-Gatien, que están implantados en su estrecho jardinillo, de tal manera que queda en duda si la catedral fue construida antes o después que esta antigua vivienda. Pero examinando los arabescos y la forma de las ventanas, la cimbra de la puerta y el exterior de la casa, patinada por el tiempo, un arqueólogo ve que siempre formó parte del monumento magnífico...
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