libro el politico
La primera condición de un hombre de Estado es la fortaleza. Su cuerpo ha ser sano y fuerte. El tráfago de los negocios públicos requiere ir de un lado para otro, recibir gente, conversar con unos y con otros, leer cartas, contestarlas, hablar en público, pensar en los negocios del Gobierno. Y sobre todo esto, se requiere una naturaleza muy firme, muy segura, para nodejarse aplanar en aquellos momentos críticos de amargura, en que nuestros planes y esperanzas se frustran.
Sea el político mañanero; acuéstese temprano. Tenga algo en su persona de labriego; este contraste entre la simplicidad, la tosquedad de sus costumbres y la sutilidad del pensamiento servirá para realzarle. Ha de comer poco también; sea frugal; tenga presente que no es el mucho comer lo queaprovecha, sino el bien digerir. En sus comidas tome espacio y sosiego; coma lentamente, como si no tuviera prisa por nada.
Para estar sano y conservar la fortaleza ha de amar el campo; siempre que pueda húrtese a los ciudadanos de la Corte o del Gobierno, y vaya a airearse a la campiña. Ame las montañas; suba a ellas; contemple desde arriba los vastos panoramas del campo. Mézclese en la vidamenuda de los labriegos y aprenda en ella las necesidades, dolores y ansias de la nación toda.
II. ARTE EN EL VESTIR
El fin que persigue el arte en el vestir es la elegancia. Pero la elegancia es casi una condición innata, inadquirible. No está en la maestría del sastre que nos viste; está en nosotros. Está en la conformación de nuestro cuerpo; en los movimientos; en la largura o cortedad de losmiembros; en el modo de andar, de saludar, de levantarse. Un hombre que tenga ricas ropas y vista con atuendo puede no ser elegante; puede en cambio serlo un pobre arruinado hidalgo de pueblo envuelto en su zamarra y en su capa.
La primera regla, sin embargo, de la elegancia es la simplicidad. Procure ser sencillo el político en su atavío; no use ni paños ni lienzos llamativos por los colores o porsus dibujos: prefiera los colores opacos, mates. No caiga con esto en el extremo de la severidad excesiva. Una persona verdaderamente elegante será aquella que vaya vestida como todo el mundo y que, a pesar de esto, tenga un sello especial, algo que es de ella y no de nadie. Joyas no debe usar ninguna: ni alfiler de corbata, ni cadena de reloj, ni menos sortijas. No ponga en su persona más que lonecesario, pero que lo necesario sea de lo mejor: así el paño de los trajes, el lienzo de las camisas, el sombrero, los guantes, el calzado. Si acaso, si el traje fuera negro o de color muy oscuro, matice y palie la impresión de severidad con una cadena de oro, delgada, breve, sin dijes, en alongados eslabones. Jorge Brummel, el gran elegante inglés, tenía en su atavío una simplicidad suprema,pero sobre el oscuro fondo del traje ponía esta línea refulgente y casi imperceptible de oro. Véase también el efecto de este matiz y paliativo en el retrato que figura en nuestro Museo del magistrado don Diego de Corral, pintado por Velásquez.
El calzado merece mención especial; por él se conocen los hábitos y carácter de la persona; un excelente y elegante calzado realza toda la indumentaria.Tenga abnegación bastante para desechar un calzado que está todavía en buen uso. Digo abnegación, no mirando a la economía, sino pensando en que nada hay más cómodo y dulce que un calzado que se ha familiarizado ya con nuestro pie.
Hay otras cosas también que separa en dos bandos a los que tratan de vestir bien: el bando de los irreprochables y el de los que tienen alguna mácula. Este algo es la ropablanca. Sea inflexible en la limpieza de su camisa; llévela siempre, en todos los momentos, nítida, inmaculada. Sobre la nobleza un poco severa de la vestimenta, la nitidez identificable de la camisa resaltará y pondrá una nota de delicadeza, de buen gusto y de aristocratismo.
Cosméticos y olores deben estarle prohibidos en absoluto. Si no llevara barba ni bigote, ponga especial cuidado en ir...
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