Libro_Juegos de Ingenio.

Páginas: 726 (181327 palabras) Publicado: 21 de septiembre de 2014
—Quería un animal ideal para cazarlo —explicó el
general.
Así que dije:
—¿Qué características tendría una presa ideal?
La respuesta fue, por supuesto:
—Debe ser valiente, astuta y, por encima de todo,
capaz de razonar.
—Pero si ningún animal es capaz de razonar
—objetó Rainsford.
—Mi querido amigo —dijo el general—, existe uno
que sí lo es.
RICHARD CONNELL,
The Most Dangerous Game PRÓLOGO
La mujer de los acertijos
Su madre, que estaba agonizante, dormía con un sueño intranquilo en una
habitación contigua. Era casi medianoche, y un ventilador de techo removía el
aire en torno a la hija, al parecer sin otro resultado que el de redistribuir el calor
que quedaba del día.
La anticuada ventana de celosía estaba ligeramente abierta a la noche color
regaliz. Una polilla segolpeaba desesperada contra el cristal, decidida por lo
visto a matarse. Ella la observó por un momento, preguntándose si la atraía la
luz, como creían los poetas y los románticos, o si en realidad detestaba la
claridad y se había lanzado a un ataque furioso contra el origen de su
frustración.
Notó que una gota de sudor le resbalaba entre los pechos e intentó secársela
con la camiseta, sinapartar en ningún momento la vista de la hoja de papel que
tenía en el escritorio, ante sí.
Era de un papel blanco barato. Las palabras estaban escritas en sencillas
letras de imprenta.
LA PRIMERA PERSONA POSEE AQUELLO QUE LA
SEGUNDA PERSONA ESCONDIÓ.
Se reclinó en su silla de trabajo, tamborileando en el escritorio con un
bolígrafo como un percusionista que busca un ritmo. No era extrañoque
recibiese notas y poemas por correo, cifrados según claves de lo más variadas,
con algún tipo de mensaje secreto. Por lo general se trataba de declaraciones de
amor o deseo, o bien una forma de forzar un encuentro. A veces eran obscenos.
Ocasionalmente constituían un reto para ella, eran mensajes tan complicados,
tan crípticos que la dejaban perpleja. Al fin y al cabo, se ganaba la vidacon eso,
así que no le parecía del todo injusto que alguno de sus lectores le volviese las
tornas.
Sin embargo, lo más inquietante de ese mensaje en particular era que no se
lo habían enviado a su buzón de la revista, ni lo había recibido en el ordenador
de la oficina como correo electrónico. Habían metido la carta ese día en el buzón
maltratado y cubierto de herrumbre que estaba al final delcamino particular de
su casa, para que ella lo encontrase esa tarde, en cuanto regresara del trabajo.
Además, a diferencia de los mensajes que estaba acostumbrada a descifrar, éste
carecía de firma y de la dirección del remitente. No había ningún sello pegado
al sobre.
No le hacía gracia la idea de que alguien supiera dónde vivía.
La mayoría de la gente que se distraía con los juegos deingenio que ella
inventaba era inofensiva; programadores informáticos, académicos, contables.
Entre ellos había algún que otro policía, abogado o médico. Ella había
aprendido a reconocer a muchos de ellos por la manera tan característica en que
funcionaba su mente cuando resolvían sus pasatiempos y que a menudo
resultaba tan única como una huella digital. Incluso había llegado a un punto
en quesabía de antemano cuáles de sus asiduos darían con la solución de
ciertas clases de enigmas; algunos eran expertos en criptogramas y anagramas;
otros sobresalían por su habilidad para desentrañar acertijos literarios,

identificar citas oscuras o relacionar autores poco conocidos con
acontecimientos históricos. Era la clase de personas que resolvían los
crucigramas del domingo con pluma.Desde luego, también había algunos de los otros.
Ella siempre estaba alerta ante la gente que proyectaba su paranoia en cada
mensaje oculto, o que descubría odio y rabia en todos los rompecabezas que ella
creaba.
«Nadie es realmente inofensivo —se dijo—. Ya no.»
Los fines de semana se llevaba una pistola semiautomática a un manglar que
no estaba muy lejos de la casa de bloques de hormigón...
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