libro sandokan

Páginas: 194 (48447 palabras) Publicado: 28 de octubre de 2013
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Edición: Norma Padilla Ceballos
Diseño: María Elena Cicard Quintana
Ilustraciones de cubierta e interiores: Arístides Hernández Guerrero (Ares)
Diseño de cubierta: Armando Quintana Gutiérrez
Composición: Caridad Sanabia de León
© Sobre la presente edición: Editorial Gente Nueva, 2004
ISBN 959-08-0648-1
Instituto Cubano del Libro, Editorial Gente Nueva,
calle 2 no. 58,Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana, Cuba

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Capítulo Primero

El asedio

S

i hubiese estallado una granada a los pies de los dos tigres de
Mompracem y del viejo cazador de la jungla, no habría producido tanto
efecto como aquel nombre que había pronunciado casi con indiferencia
Kammamuri.
Teotokris, el condenado griego, el antiguo favorito del rajá de Assam,
que tantostropiezos les había creado, se encontraba en Borneo, a la
cabeza de las crueles bandas de dayakos…
Sandokan fue el primero en recobrarse del estupor inmenso que hubo
producido la mención de aquel nombre.
—¿Qué has dicho, Kammamuri? —preguntó—. Repítenos ese nombre.
—Sí. Teotokris está aquí, señores —dijo el indio.
—¡Es imposible! —exclamaron al unísono Sandokan, Tremal-Naik y
Yáñez.
—Sí.Teotokris está aquí —repitió Kammamuri.
—¿Quién te lo ha dicho? —preguntó Yáñez.
—¿Que quién me lo ha dicho? ¡Lo he visto con mis propios ojos!
—¡Tú!
—Sí, señor Yáñez. Fue él quien me capturó y mató al búfalo salvaje,
con cuatro disparos de pistola, cuando corría por la selva.
—¿No te habrás equivocado? —preguntó Sandokan—. Tal vez era uno
de los dos hijos del rajá del lago del Kin-Ballu.1
—Loconozco demasiado bien, capitán, y no puedo equivocarme —respondió Kammamuri—. Era Teotokris en persona. Fue él quien me encerró
en la choza aérea donde he encontrado a este bravo hombrecito.
—Has traído contigo una serpiente venenosa, mi querido Yáñez —dijo
Sandokan.

1
Kin-Ballu o Kinaballu: el pico más alto (4.101 m) de la isla de Borneo. (Todas las notas
son del Editor.)

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—¿Perocómo ha llegado hasta aquí ese perro rabioso? —se preguntó
el portugués.
—Desde luego, no será él quien nos lo diga. El hecho es que se encuentra aquí, y a mí me preocupa más ese hombre que todos los dayakos
juntos.
—Sandokan, tengo una sospecha.
—¿Cuál, Yáñez?
—Puede que fuera él quien me voló la nave.
—No me sorprendería, pero en ese caso debe haber tenido un cómplice.
—Que yo creohaber identificado —dijo Tremal-Naik.
—El chitmudgar, ¿verdad, amigo? —preguntó Sandokan.
—Sí —contestó el indio.
—¡Sin embargo, me parecía muy leal! —dijo Yáñez.
—¡Bah! ¡Fíate de la gente de Assam! —respondió el Tigre de la Malasia
sonriendo—. Tengo muy poca confianza en tus súbditos. La nave volada
misteriosamente, tu chitmudgar desaparecido, el griego aquí… Una bonita traición.
—¡Pero yo lesarrancaré el corazón a esos perros! —gritó Yáñez, furioso.
—Primero necesitamos sus cuerpos, y no sabemos, por lo menos de
momento, dónde están. ¡Ah, tengo otra sospecha…!
—Habla.
—Puede ser que el griego haya conseguido corromper también a ese
bribón de Nasumbata y se lo haya llevado. La compañía se completó.
—Pero también nosotros estamos completos ahora —dijo Tremal-Naik.
—Quisieradisponer de mis malayos y también de los assameses de
Yáñez para dar una furiosa batalla a ese miserable de Teotokris que
viene a inmiscuirse en mis asuntos.
—Un día u otro lo tendremos en nuestras manos y acabaremos de
verdad con él —respondió el portugués—. ¡Y nosotros que creíamos
haberlo matado…!
—Yo lo vi caer sobre un montón de cadáveres —afirmó Sandokan—.
Debió de recibir variosdisparos.
—Y he aquí que nos lo encontramos de nuevo en nuestro camino y
más vivo que nunca. Es cierto que en Europa los griegos tienen fama de
poseer una piel muy dura.
—Y aquí tenemos la prueba —dijo Tremal-Naik.
En aquel momento regresaba Kammamuri, que se había alejado de
nuevo hacia la salida de la caverna.
—¿Nos traes alguna novedad?
—Los dayakos han llegado ante la caverna.
—¿Son muchos?...
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