libro
DE PIEDRA
Luis García Jambrina
Para Alba y Mercedes,
que siempre están ahí.
Todas las cosas fueron creadas a manera de contienda o
batalla...
FERNANDO DE ROJAS
La Celestina
La mente no es una vasija que haya que llenar, sino un
leño que hay que hacer arder para que avive el placer por
la investigación y el amor por la verdad.
PLUTARCO
Por mucho que un médicoconozca y sepa,
inesperadamente se presenta un azar —como un cuervo
blanco— y echa a perder todos los libros...
TEOFRASTO PARACELSO
Luis García Jambrina
El manuscrito de piedra
Prólogo
(Salamanca, 20 de septiembre de 1497)
Aún no había amanecido, cuando fray Tomás de Santo Domingo se levantó
del lecho en su celda del convento de San Esteban. Había pasado una mala
noche, llena depesadillas y sobresaltos que apenas le habían dejado dormir.
Pero no era el cansancio lo que en ese momento le preocupaba, sino un
profundo malestar, una aguda zozobra que lo llenaba de inquietud. Fray Tomás
era catedrático de Prima de teología en el Estudio General salmantino. Había
sucedido en la cátedra al obispo de la ciudad, Diego de Deza, dominico y
teólogo como él, y la había convertidoen uno de los principales baluartes de la
Iglesia en Salamanca. Para este fraile de pequeña estatura, abdomen abultado,
cara rugosa y redonda como una hogaza y manos pequeñas y femeninas, la
cátedra era un púlpito desde el que defender con la elocuencia de su verbo la
verdadera doctrina y clamar justicia contra los herejes, las brujas y los conversos
judaizantes o rejudaizantes, como él losllamaba. Nada más subir a ella, se
transformaba, como por milagro o arte de encantamiento, en un feroz defensor
de la fe católica, en un guerrero provisto de un arsenal de palabras que lanzaba
desde las almenas como si fueran venablos. Demasiado rígido e intransigente
para unos, arrebatador y brillante para otros, sus lecciones no dejaban a nadie
indiferente dentro de la Universidad. Yahubiera nieve en las calles embarradas
o soplara el temible cierzo de marzo, a sus clases, en el aula general de teología,
solía acudir un gran número de estudiantes, siempre deseosos de escucharlo.
Mientras unos lo vitoreaban y ensalzaban en voz alta, otros lo denigraban y
criticaban entre dientes.
Y no eran pocos los que, al escucharlo, se extasiaban o, por el contrario, se
escandalizaban. Enmás de una ocasión, las diatribas que sus palabras
provocaban entre los asistentes habían terminado en reyerta o en un conato de
linchamiento. Nadie que no lo conociera podía imaginarse, al verlo fuera de la
cátedra, que ese hombrecillo rechoncho como un tonel y feo y desagradable
como un sapo pudiera despertar semejante entusiasmo y originar tales
tormentas. Era tanta la fama que habíaadquirido con sus lecciones que el
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Luis García Jambrina
El manuscrito de piedra
Tribunal de la Inquisición de Valladolid lo había nombrado consultor del Santo
Oficio.
Durante largo rato, fray Tomás estuvo paseando, pesaroso, por el claustro
del convento, sumido en intrincadas meditaciones. En su interior, había algo
que lo torturaba, algo en lo que ni él mismo se atrevía a hurgar. Nopodía estar
quieto. Su alma estaba a merced del miedo y la congoja, y cualquier cosa le
parecía un mal presagio. De repente, sintió deseos de orinar. Salió al huerto por
una pequeña puerta que había en uno de los rincones del claustro. No tenía
ganas de ir hasta las letrinas, que estaban al otro lado, junto a la tapia quedaba
al arroyo de Santo Domingo, al que iban a parar todas las aguasinmundas; así
que decidió hacerlo sobre uno de los planteles de fray Antonio de Zamora, el
herbolario de San Esteban, En él, éste había ido cultivando con esmero y
entusiasmo las semillas que Cristóbal Colón había enviado al convento a la
vuelta de sus dos primeros viajes a las Indias, como humilde señal de
agradecimiento por el apoyo recibido en su día, por parte de los dominicos,
para llevar...
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