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ÁNGEL DE PECADO

 

Karen Strauss

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
Lydia caminaba por la ciudad, bajo el cielo oscuro de la noche. Las estrellas parecían reírse de ella desde su impresionante bóveda, donde laluna llena dominaba el lugar como una reina con su brillante cortejo de súbditas, siempre dispuestas a acompañarla desde tiempos remotos. Ella no se sentía precisamente como una reina allí abajo, sino en un sitio mucho más triste y terrenal, más realista, sin brillo y demasiado vulgar, exactamente en lo que se había convertido su vida. Paseaba cabizbaja, un pie tras otro, un tacón rojo tras otro, unsonido tras otro de sus pasos melancólicos en la noche. Cualquiera se habría dado cuenta de que caminaba por obligación, pues lo que tenía ganas era de sentarse en el frío suelo a esperar a que amaneciera, como si la luz del sol de la mañana fuera a salvarla de su sentimiento de fracaso.
“George…”
¿Cómo una simple persona puede tener tanto poder de destrucción sobre su vida? ¿Cómo alguientan miserable podía haberle hecho tanto daño? ¿Cómo había sido capaz de dejarse engañar así durante tanto tiempo? Ella sabía que la noche silenciosa, interrumpida en ocasiones por el paso de los vehículos, no le iba a responder. Una hora antes la situación era muy distinta, los gritos en el restaurante hicieron callar al resto de comensales, que interrumpieron sus bocados para observar concuriosidad la pelea de una pareja que parecía que iba a destrozar el local.
En cierta forma el espectáculo fue culpa suya por planear a conciencia el momento en el que todo acabaría. Ya estaba bien de engaños, ya estaba bien de secretos oscuros, ya estaba bien de manchas de pintalabios en camisas blancas... George no se lo esperaba, el pobre estúpido pensaba que ella se iba a callar, pensaba que esevestido rojo despampanante que se había puesto iba a ser para sus ojos y su satisfacción. Él no esperaba que fuese un vestido vengativo, un "mira lo que acabas de perder, gilipollas". Un vestido que una hora antes absorbía el contenido de un vaso de agua desparramado por un golpe en la mesa durante la agitada discusión, y que ahora se esforzaba por secarse en el frío de la noche.
Lydia volvíaa estar sola tras tres años de relación, sin las ficticias estrellas que podrían rodear a una chica feliz y enamorada. Ahora mismo se sentía como una luna menguante que desaparecería en la oscuridad, sin que nadie la echara de menos. Aunque sinceramente, ella no recordaba haber sido feliz ni con George ni con sus dos anteriores novios formales. Ahora mismo todo le parecía tan negativo que norecordaba haber sido feliz en sus 32 años de existencia.
Unas risas de amor simple y cristalino, aquello que parecía habérsele negado durante toda su vida, le interrumpió sus pensamientos. Apartándose los rubios cabellos que le escondían sus tristes ojos verdes pudo ver la procedencia. Una chica mucho más feliz, mucho más alegre, mucho más rebosante de vitalidad bromeaba con su chico y ambos secruzaron con ella por la acera. En ese mísero momento, cuando las risas de la pareja se perdían a sus espaldas, supo la verdad: ella nunca había tenido derecho a disfrutar de algo así, todo había sido un engaño siempre. ¿Qué fallaba? Ella hacía todo lo posible por ser feliz junto a quien amaba. ¿Tan mal lo hacía? ¿Acaso los demás tenían algo especial de lo que ella carecía? ¿O es que se había portadomal alguna vez y algún Dios justiciero la estaba castigando?
No sabía por qué seguía caminando, pero sus pasos automáticos la llevaban hacia su casa. Por algún motivo había decidido volver a pie, tras dejar a aquel asqueroso cobarde allí plantado con cara de víctima. Posiblemente fuera para despejar su mente, para oler el aroma de la ciudad, o simplemente para imaginar que, paseando, un ángel...