libro
No era una persona de creencias salvo el respeto costumbrista a las cábalas que usaba para que gane mi equipo favorito de fútbol, en esos partidos que disfrutaba ver con mi padre en las tardes de los fines de semana. Pero siempre las mantenía en el plano ideológico de lo irreal en el casillero desupersticiones, y dicho sea de paso, estas no funcionaban muy seguidas.
La suerte era algo muy vago, las consecuencias y coincidencias del movimiento de la materia regía para mí el mundo físico que yo habitaba, existiendo una gran línea de juicio entre la imaginación delirante y la percepción de la realidad.
Pero mi discernimiento cambiaría, comenzando en el regresar de las vacaciones de medio año.Notaba extrañezas en el mundo que me rodeaba con pequeños sucesos que llamaban mi atención pero que eran para mi, alucinaciones insinuadas de una mente estresada.
Aún así, el hecho más marcado comenzó un día de universidad, en la hora de gramática.
Pensaba en cada cosa que tenía que decir la profesora y no lo hacía, hasta que la llamaron y que tuvo que salir del salón.
Ahí fue cuando empecé asospechar, esas extrañas ideas de “que tal si…” cruzaban mi mente a modo de juego.
Yo estaba sentado en mi banco, ubicado en la esquina inferior izquierda del salón, esperando que la jornada acabase mientras dibujaba cuadrados en la última hoja de mi cuaderno para luego disponerme a jugar con esa extraña teoría que había formulado en mis ratos de ocio.
La pueril teoría declaraba que alproyectar un objeto externo en mi mente este cambiaba de alguna forma. Evidentemente no creía en esto y era conservada como una pequeña superstición, una de las pocas que había ido creciendo en mi cerebro a modo de burbuja alimentada de casualidades.
La profesora había vuelto y comenzaba a dictar su clase nuevamente.
Ella escribía significados en la pizarra, enumeraba enunciados y definiciones enuna molesta clase de lenguaje.
Entonces comencé.
Imaginé su mano con la tiza, esa tiza de color blanco que llevaba entre los dedos con ese mismo tamaño, sostenida por esa mano color café con la peca en el pulgar.
Y la tiza se rompió.
“Vaya” dije, que coincidencia.
Hasta ese momento estas ideas continuaban en el plano de juego imaginativo, solo ejecutadas por distracción y matar eltiempo.
La profesora sin siquiera inmutarse tomó una tiza mas larga y continúo su clase.
Continué con mi experimento. Nuevamente dibujé en mi mente la larga tiza blanca siendo raspada en el pizarrón por la horrorosa mano de la profesora. A la vez que terminaba de dar a luz está idea, la tiza era disparada de la mano de la mujer. Comencé a reírme en voz baja.
“Esto es de locos”, murmuré.
Laprofesora un poco aturdida, y por algún motivo observando su mano, y después la tiza, solo se limitó a disculparse con la clase y acomodarse los lentes. Uno de mis compañeros de salón tomó la dichosa tiza y se la facilitó. Vamos a probar con otra cosa, rumiaba yo en mi mente un poco emocionado aún suspicaz con este curioso descubrimiento.
El salón estaba constituido de una habitación en formarectangular, en un tercer piso y con una pared al lado de la calle, tres ventanas de vidrio dispuestas a lo largo de esta y a una altura de dos cabezas sobre los estudiantes sentados. Y como un lienzo en mi mente, dibujé la segunda ventana exactamente igual. Grande, templada, suave, y con los bordes de arcilla amarilla agrietada. La ventana reventó.
Escuché a las chicas del salón gritandoasustadas, y dos alumnos que desafortunadamente estaban debajo de mi experimento fueron bañados por los vidrios disparados, hiriéndose y sufriendo cortaduras en los hombros y los brazos. Con la sangre brotando de sus heridas, y el resto de mis compañeros de grado saliendo de la habitación, estaba yo pasmado por este resultado. Al margen del los dos muchachos lastimados, que muy poco me importaban, me...
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