libro

Páginas: 96 (23819 palabras) Publicado: 12 de julio de 2014
Laura Alcoba

LA CASA
DE LOS CONEJOS

Traducción: Leopoldo Brizuela

2

Diseño de cubierta: Pepe Far

Primera edición en Argentina: abril de 2008
Primera reimpresión: mayo de 2008
Segunda reimpresión: junio de 2008

Editions Gallimard. París, 2007
© Laura Alcoba, 2007
© de la traducción: Leopoldo Brizuela, 2007
© de la presente edición: Edhasa, 2008
Avda. Diagonal, 519-52108029 Barcelona
Tel. 93 494 97 20
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ISBN: 978-987-628-019-8
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares
del Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción
parcial o total de esta obra porcualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de
ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
Impreso por Cosmos Print S.R.L.
Impreso en Argentina

3

A Diana E. Teruggi

4

Un recuerdo, amigo mío
sólo vivimos antes o después.
Gérard de Nerval

5

Te preguntarás, Diana, por qué dejé pasar tanto tiempo sincontar esta
historia. Me había prometido hacerlo un día, y más de una vez terminé
diciéndome que aún no era el momento.
Había llegado a creer que lo mejor sería esperar a hacerme vieja, y
aun muy vieja. La idea me resulta extraña ahora, pero durante largo
tiempo estuve convencida.
Debía esperar a quedarme sola, o casi.
Esperar a que los pocos sobrevivientes ya no fueran de este mundo
oesperar más todavía para atreverme a evocar ese breve retazo de
infancia argentina sin temor de sus miradas, y de cierta incomprensión
que creía inevitable. Temía que me dijeran: “¿Qué ganas removiendo
todo aquello?”. Y me abrumaba la sola perspectiva de tener que
explicar. La única salida era dejar hacer al tiempo, alcanzar ese sitio de
soledad y liberación que, así lo imagino, es la vejez. Esopensaba yo,
exactamente.
Y luego, un día, ya no pude tolerar la idea. De pronto, ya no quise
esperar a estar tan sola, ni a ser tan vieja. Como si no me quedara
tiempo.
Ese día, estoy convencida, se corresponde con un viaje que hice a
la Argentina, en compañía de mi hija, a fines del año 2003. En los
mismos lugares, yo investigué, encontré gente. Empecé a recordar con
mucha más precisiónque antes, cuando sólo contaba con la ayuda del
pasado. Y el tiempo terminó por hacer su obra más rápidamente que lo
que yo había imaginado jamás: a partir de entonces, narrar se volvió
imperioso.
Aquí estoy.
Voy a evocar al fin toda aquella locura argentina, todos aquellos
seres arrebatados por la violencia. Me he decidido, porque muy a
menudo pienso en los muertos, pero también porqueahora sé que no
hay que olvidarse de los vivos. Más aún: estoy convencida de que es
imprescindible pensar en ellos. Esforzarse por hacerles, también a ellos,

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un lugar. Esto es lo que he tardado tanto en comprender, Diana. Sin
duda por eso he demorado tanto.
Pero antes de comenzar esta pequeña historia, quisiera hacerte
una última confesión: que si al fin hago este esfuerzo de memoriapara
hablar de la Argentina de los Montoneros, de la dictadura y del terror,
desde la altura de la niña que fui, no es tanto por recordar como por ver
si consigo, al cabo, de una vez, olvidar un poco.

7

1
La Plata, Argentina, 1915.
Todo comenzó cuando mi madre me dijo: “Ahora, ¿ves?, nosotros
también tendremos una casa con tejas rojas y un jardín. Como
querías”.
Hace ya varios díasque vivimos en una nueva casa, lejos del
centro, a orillas de los inmensos terrenos baldíos que rodean La Plata esa franja que ya no es la ciudad ni es, aún, el campo. Frente a la casa
hay una antigua vía de ferrocarril desafectada, basuras y desechos
abandonados, al parecer, hace ya mucho tiempo. De cuando en cuando,
una vaca.
Hasta hace muy poco, vivíamos en un pequeño departamento de
una...
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