Libro

Páginas: 317 (79222 palabras) Publicado: 13 de febrero de 2013
Teresa Cameselle


[pic]


LA HIJA DEL CÓNSUL







ÍNDICE


María Elena 4
Capítulo I 5
Capítulo II 10
Capítulo III 16
Capítulo IV 19
Capítulo V 25
Capítulo VI 27
Capítulo VII 32
Capítulo VIII 35
Capítulo XI 37
Capítulo X 40
Capítulo XI 42
Capítulo XII 47
Capítulo XIII 51
Capítulo XIV 58

EL HARÉN DEL SULTÁN 60
Capítulo XV 61Capítulo XVI 64
Capítulo XVII 69
Capítulo XVIII 72
Capítulo XIX 74
Capítulo XX 77
Capítulo XXI 81
Capítulo XXII 85
Capítulo XXIII 93
Capítulo XXIV 98
Capítulo XXV 101
Capítulo XXVI 107
Capítulo XXVII 117
Capítulo XXVIII 123
Capítulo XXIX 127
Capítulo XXX 136
Capítulo XXXI 140
Capítulo XXXII 149

SI NO TENGO TU AMOR 151
Capítulo XXXIII 152Capítulo XXXIV 157
Capítulo XXXV 162
Capítulo XXXVI 172
Capítulo XXXVII 179
Epílogo 189

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 191




María Elena





Donyazade le dijo entonces a Scheherezade:
—¡Por Alá, hermana mía, explícanos un cuento maravilloso para distraer el insomnio esta noche!
Y Scheherezade contestó:—Con mucho gusto, si lo permite este rey cortés.
Cuando el rey, que estaba angustiado, oyó estas palabras, se alegró de escuchar el relato de Scheherezade.
Y Scheherezade, aquella primera noche, empezó su relato con la historia que sigue...



Anónimo, Las mil y una noches

[pic]

Capítulo I


Sultanato de Bankara, a orillas del MarNegro.


Imperio otomano. Primavera de 1880.

Antes de cruzar cualquiera de las ocho puertas del Bazar, lo primero que asaltaba los sentidos era el olor, almizclado, potente, a especias, cuero, perfumes... Hacía apenas una hora que había amanecido, pero ya entonces sus calles eran un hervidero de actividad, delimitadas por sus mercancías: aquí, los curtidores; más allá, los joyeros;al otro lado, los vendedores de alfombras. En el bazar se podían adquirir muchas más cosas que las que la imaginación de una joven dama española que apenas había salido de los estrechos límites de su pequeña ciudad natal podría nunca haber supuesto que existieran.
—Mira, aya, qué curioso. —La muchacha llamó con voz suave y melódica a la mujer mayor que la escoltaba, mientras se detenía paracontemplar los puntiagudos zapatos que un artesano estaba terminando en su taller.
—Niña, si te vas a detener en cada puesto, nunca compraremos el perfume que deseas para tu madre. —El aya tiró del brazo de su pupila, y la obligó a seguir caminando.
No podía evitarlo. La vista se le iba una y otra vez hacia las mercancías expuestas, las joyas, los tapices, las sutiles telas con las que lasmujeres de aquellas tierras extrañas confeccionaban sus vestidos, y ni la voz del aya instándola a que se apurase ni la mano de la joven doncella nativa que tiraba presurosa de su falda conseguían evitar que se detuviera a cada paso para coger algo, comprobar cómo le quedaba una joya sobre la blanca piel, oler perfumes misteriosos o soñar con la suavidad de las sedas más hermosas jamás imaginadassobre su piel.
—¡Oh, qué belleza! —Se detuvo de nuevo para contemplar una pulsera de gruesos eslabones de oro que un sonriente vendedor le ofrecía.
—No nos llegarían dos bolsas como la que te ha dado tu padre para comprarla. Déjala ya, niña.
—Si Padre hubiera venido con nosotras, le hubiera convencido para que me la comprara. —La joven sonrió, iluminando su encantador rostro desonrosadas mejillas.
—Sin duda, criatura. Tu padre nunca te ha negado nada, pero ya tienes edad para comprender que no puedes pedirle todo lo que se te antoje, María Elena. La fortuna de tu padre tiene un límite.
A pesar de la regañina, la mujer le acarició el rostro a su pupila, al mismo tiempo que le arreglaba el chal blanco que le cubría el cabello y los hombros, costumbre que...
Leer documento completo

Regístrate para leer el documento completo.

Estos documentos también te pueden resultar útiles

  • Libro libro
  • Libros
  • Libro
  • Libros
  • Libros
  • Libros
  • Libros
  • Libros

Conviértase en miembro formal de Buenas Tareas

INSCRÍBETE - ES GRATIS