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Me sentía cansado y ansioso, ya no soportaba un segundo más ahí. Pero debía mantener la compostura, debía continuar, debía sobrevivir al menos diez minutos más y luego todo acabaría.
El sonido de los lápices escribiendo sobre el papel era todo lo que se escuchaba, aunque a decir verdad, el tic tac del reloj sonaba inusualmente fuerte para mí. Toda el aula se hallaba sumidaen un desesperanzado aire de ineptitud que yo captaba fácilmente. Pero sería capaz de dejar todo así con tal de poder irme de una buena vez.
Sonó la campana, indicando que ya era el final de ese día escolar.
-Guarden todo. Ya pueden irse. Señor Benson, recoja los exámenes y entréguemelos por favor.
No pude contener el suspiro de alivio y a pesar de que lo deseaba más quecualquier otra cosa, no salí corriendo a toda prisa, si no que me quedé sentado, guardando mis cosas lentamente mientras todos salían. A pesar de hallarme tan agotado, una satisfecha sonrisa estaba en mi boca.
Pronto en el lugar sólo quedamos Kyle Benson y yo. Tranquilamente me levanté y comencé a borrar el pizarrón, sin percatarme de que él acababa de colocar los exámenes sobre el escritorio.Hubo silencio que yo al fin pude apreciar a causa de que la presión se había ido, aunque aún me sentía ansioso por que fueran las cuatro.
-¿Qué pasa Kyle? –pregunté con desinteresado tono y sin dejar de borrar el pizarrón. Al acabar dejé el borrador, me sacudí las manos y tomé los exámenes que él había dejado sobre mi escritorio.
-Profesor Way... –murmuró con lentitud. Tenía sumochila al hombro y me miraba un poco preocupado-. ¿Se siente bien?
-¿Por qué lo dices? –inquirí guardando los exámenes dentro de mi maletín y sonriendo a mi joven alumno de tan solo diecisiete años.
-Toda la clase estuvo algo distante. Y parecía desesperado por irse.
-Continúo desesperado por hacerlo –le aseguré con una sonrisa, tomando el maletín cerrado y encaminándome con élhacia la puerta del aula-. Es sólo que ya es seguro que llegaré y no quiero forzar las cosas.
-¿Irá a ver a alguien?
-Un viejo amigo está visitando la ciudad. Llegará en dos horas a mi apartamento y espero tenerle una buena comida para poder charlar por largo rato.
Él se detuvo frente a la puerta y me miró unos segundos. Yo me reí al entender que ocurría y mi mano se dirigióhacia su rostro para acariciar su mejilla.
-No es nada de lo que tengas que preocuparte.
Sus mejillas se pusieron coloradas y me dio un manotazo para que apartara mi mano de él. Miró sus zapatos con el ceño fruncido.
-¿Preocuparme? –repitió más rojo-. No estoy preocupado por nada.
-Bueno –le dediqué una tranquila sonrisa-. Entonces ya nos veremos.
Salí del aula y élme miró al instante sin poder evitar vacilar. Como lo esperaba, su voz alcanzó mis oídos con un apenas audible murmullo:
-¿Igual que siempre?
-Sí. ¿Porqué no? –contesté sin siquiera volverme.
Salí del edificio, crucé el patio lleno de alumnos parlanchines y salí al estacionamiento de profesores, donde subí a mi auto, dejando el maletín en el asiento del copiloto. Eché andar elauto y casi al instante me fui, alejándome del Instituto.
Mi mano fue mecánicamente hacia la radio y la encendí. Ya que adentro continuaba el disco que había estado escuchando de camino al Instituto, se retomó donde se había quedado, en la pista cinco que tanto me gustaba.
Era difícil pensar en el pasado en esos días. Ya habían pasado cuatro años y a pesar de toda predicción: Yoseguía vivo.
Claro, éste era un nuevo Gerard Way. Ya no era el muchacho apasionado a la lectura que iba a la Universidad, ahora era profesor de Lengua Española en un prestigioso Instituto con Secundaria y Preparatoria. Yo ejercía clases en ésta última, y éste era mi segundo año. El empleo había llegado gracias a que mi padre era amigo de la directora, así que al ver mi gran dedicación casi...
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