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La capacidad racional del ser humano, la posibilidad que tenemos para el llamado pensamiento complejo, se encuentra en el origende la transnaturalización: la diferencia tajante entre el mundo natural y el mundo humano, entre el animal y el hombre. Una escisión traumática que intentamos subsanar o reprimir, paradójicamente, coneste mismo recurso que nos separó definitivamente de ese jardín edénico.
Dentro de estos, mención especial merece la noción de alma, de espíritu, de yo: ese núcleo personalísimo que creemosirrepetible y que ha tenido nombres tan distintos a lo largo de la historia según se le considere bajo una perspectiva religiosa, filosófica, psicológica, estrictamente racional o según los descubrimientos dela neurociencia contemporánea.
Sin embargo, pese a todos estos cambios de nombre y de paradigma, la mayoría de nosotros sigue creyendo en la existencia del alma —y, además, como asegura la consabidafrase, que la mirada es la ventana de esta.
Prueba de ello es un experimento llevado a cabo por psicólogos de la Universidad de Yale en el que los participantes intuyeron que si en algún lugar de sucuerpo era posible constatar la existencia del yo, del alma, este sería cerca de los ojos o en su interior mismo.
En los experimentos, los investigadores mostraron personajes de caricatura a losparticipantes, con un pequeño objeto (una mosca, un copo de nieve, etc.) cerca de alguna parte de su cuerpo (el rostro, los pies, etc.). La idea era que esos pequeños objetos simularan ser el alma de lospersonajes, solo que quien lo interpretara así debía hacerlo en función de la parte del cuerpo más cercana: ¿qué parece más coherente? ¿que el alma resida en los pies o en el torso? ¿en las manos o enla zona genital?
Casi todos los participantes —que iban de niños de 4 años a adultos— identificaron el lugar del alma con una zona cercana a los ojos del personaje de caricatura, sin importar lo...
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