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Páginas: 10 (2428 palabras) Publicado: 11 de marzo de 2013
 BIBIANA Y SU MUNDO

—No, si lo sé porque lo he visto en una película, en la tele de la señora Angustias —admitió humildemente Bibi.Bibi no solía ser humilde; incluso tenía mucho genio, y hasta los chicosla respetaban porque, si se terciaba, no le importaba pegarse con ellos.Pero con Elena Manzaneda había que hacer una excepción. Su padre,elPoderoso Industrial, era el hombre más rico de la zona, y con grandiferencia, desde siempre. Tenía muchas tierras de labor, la granjaavícola, la fábrica de piensos, el almacén y la tienda de venta deautomóviles. Eso, antes de que el pueblo se convirtiera en un barrio deMadrid. Porque cuando esto sucedió, la mayoría de sus tierras de laborsetransformaron en solares sobre los que construyeron los edificiosajardinados y las urbanizaciones de chalés con sus praderas y suspiscinas. En fin, algo tan maravilloso que era lógico que Elena Manzanedafuera también maravillosa y respetada.El Poderoso Industrial era tan rico que construyó y regaló unos campospolideportivos al colegio. Por eso los profesores procuraban no suspendera sus hijos. Con Elena era cosa fácil, pues se defendía en los estudios;pero con su hermano pequeño, Quincho, resultaba imposible, porque erael más vagodel colegio, con diferencia. La prueba era que, aunque teníatrece años, estaba en la misma clase de Bibi —que sólo tenía once— porhaber repetido dos veces curso.Bibi tenía decidido ser profesora, como la señorita Tachi, cuando fueramayor.SU FAMA DE NARRADORA de cuentos le vino muy bien, porque laempezaron a llamar de las casas para que entretuviera a los niñospequeños mientras las madres iban ala compra o a la peluquería.Al principio apenas le pagaban porque iba a casas de señoras delpueblo, que la conocían de siempre. La compensaban dándole demerendar o de cenar, o le regalaban frutas y dulces para que se los llevaraa su casa. Alguna vez le preguntaban:—¿Qué te apetece llevarte hoy, guapa?—Pues preferiría llevarme cigarrillos.—¿Cómo dices? —se asombraba la señora. Pero luego caía en lacuentay se escandalizaba—: Será para tu padre, ¿no?—Sí, señora.Si estaba el marido delante, era corriente que se echara a reír, porqueRogelio sentaba muy mal a las señoras, pero entre los hombres teníabuenos amigos.—Oye, Bibi —intervenía el marido—, y ¿no quieres llevarte un poco devino también?
La niña decía que sí, y entonces era cuando el marido y la mujer reñían;porque estaba claro que en elpueblo no se creían lo de que su padretuviera que beber por aquel mal del corazón que no podían curar losmédicos.Pero cuando llegó el verano, las cosas cambiaron de modo muyfavorable para Bibi. La señora Angustias, que cada día estaba más gorda ymás triste, un día, después de regalarse con un suspiro quejumbroso, ledijo:—Oye, en una de las casas a las que voy a asistir quieren que vayas elsábado acuidar de los niños.Bibi se quedó recelosa, porque la señora Angustias era una asistentaantigua e importante, que sólo asistía en los chalés de las urbanizacioneselegantes. La señora Angustias se dio cuenta y la tranquilizó:—No te preocupes, irás conmigo. Son buena gente. Los padres, claro,porque a los niños no hay quien losaguante.Esto último, en cambio, no le preocupaba a Bibiana, porque eraimpensable que ella tuviera dificultades con niños pequeños.Se vistió muy elegante, con un pantalón vaquero de peto, una blusaamarilla y zapatillas del mismo color. Bibi no tenía nunca problemas deropa porque se la traía la señora Angustias, regalada, de las casas a lasque iba a asistir. Un día le dijo Bibi:—Oiga, ¿y no podría pedir también algo de ropa para mi padre?Se lo preguntó porque Rogelio andabasiempre muy desastrado y a Bibise le daba regular lo de lavarle y coserle la ropa.A la señora Angustias, que era una viuda honrada, con una sola hija,casada con un ferroviario de Monforte, le sentó muy mal la pregunta:—¿Pero tú qué te has creído? ¡Cómo voy a pedir yo ropa para unhombre! ¡Estaría bueno! ¿Qué pensarían de mí? ¿Eh? ¿Qué crees tú quepensarían?Era una...
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