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Páginas: 478 (119417 palabras) Publicado: 14 de marzo de 2013
Nadie era capaz de hechizar a su público como el abuelo, sentado allí, en
el banco de madera, inclinado ligeramente sobre su bastón y mascando
rapé.
—Pero ¿es eso cierto, abuelo? —preguntábamos pasmados sus
nietos.
—Quienes sólo saben contar la verdad no merecen ser escuchados —
contestaba el abuelo.
Este libro es para él.
Jonas Jonasson

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Lunes 2 de mayo de 2005

Es verdad quehabría podido decidirse antes y de paso haber tenido la
deferencia de comunicar su decisión a los interesados, pero Allan Karlsson
nunca había dedicado tiempo a pensar las cosas antes de hacerlas.
Por tanto, en cuanto la idea le vino a la cabeza, abrió la ventana de
su habitación en el primer piso de la residencia de ancianos de
Malmköping, provincia de Södermanland, y bajó por el emparradohasta
el arriate del jardín.
La maniobra le resultó complicada, algo comprensible dado que ese
mismo día Allan cumplía cien años. En menos de una hora se celebraría

m ismo día Allan cumplía cien años. En menos de una hora se celebraría
su fiesta de cumpleaños en el salón de la residencia. El mismísimo alcalde
haría acto de presencia. Y la prensa local. Y el resto de los ancianos. Y elpersonal al completo, con la furibunda enfermera Alice a la cabeza, por
supuesto.
Sólo el homenajeado no tenía la intención de presentarse.

2
Lunes 2 de mayo de 2005

Allan Karlsson vaciló un momento en el arriate de pensamientos adosado
a uno de los muros de la residencia. Vestía chaqueta marrón, pantalones
marrones y zapatillas marrones. No iba a la última moda, desde luego,
pero aun asíaquel atuendo resultaba un poco raro para su edad. Había
huido de su fiesta de cumpleaños, y eso también resultaba un poco raro
para su edad, sobre todo porque muy pocos la alcanzan.
Sopesó si tomarse la molestia de volver a trepar hasta la ventana
para coger el sombrero y los zapatos, pero cuando comprobó que llevaba
la cartera en el bolsillo de la chaqueta, decidió ahorrárselo. Además, laenfermera Alice había demostrado en varias ocasiones poseer un
fastidioso sexto sentido (allá donde él escondiera su aguardiente, ella
siempre lo encontraba), y quizá en ese mismo instante anduviese por el
pasillo barruntando que allí olía a chamusquina.
Mejor largarse cuando aún estaba a tiempo, pensó, y sacó las piernas
del arriate con un crujir de rodillas. Que él recordara, en la carterallevaba
unos cuantos billetes de cien coronas que había conseguido ahorrar, lo
cual le resultaría muy útil, ya que sin duda desaparecer no le saldría
gratis.
Volvió la cabeza y echó un último vistazo a la residencia de ancianos,
que hasta hacía muy poco había considerado su última morada en la
tierra, y se dijo que eso de morir bien podía hacerlo en otro momento y
otro lugar.
Así pues, elcentenario echó a andar con sus zameadillas (así llamadas
porque a cierta edad rara vez mea uno más lejos de sus propios zapatos).
Primero cruzó un parque y luego rodeó un descampado donde, de vez en

Primero cruzó un parque y luego rodeó un descampado donde, de vez en
cuando, se instalaba algún mercadillo. Por lo demás, aquella ciudad era
bastante tranquila. Tras recorrer unos cientos demetros, se metió por
detrás de la orgullosa iglesia medieval y se sentó en un banco al lado de
las lápidas, para conceder un breve descanso a sus rodillas. La
religiosidad de los lugareños no llegaba al extremo de que Allan hubiese
de temer que pudieran echarlo de allí. Según comprobó con sorpresa,
bajo la losa situada justo enfrente del banco yacía un tal Henning
Algotsson, nacido el mismoaño que él. Menuda ironía del destino. La
principal diferencia entre ambos residía en que Henning había exhalado su
último suspiro sesenta y un años antes.
Si Allan hubiese tenido otro talante, tal vez se habría preguntado de
qué había muerto Henning a la temprana edad de treinta y nueve años.
Pero él nunca se metía en lo que hacían o dejaban de hacer los demás, no
si podía evitarlo, y casi...
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