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La corrupción y los acuarios por José Natanson
Escrito por eldiplo.org
Jueves, 01 de Agosto de 2013 22:52
De Rodolfo Walsh hasta aquí, el periodismo de investigación ha desempeñado un rol fundamental en la historia argentina: destapó asesinatos políticos, echóluz sobre las atrocidades de la dictadura y puso al desnudo la corrupción menemista. E incluso en este último período contribuyó a difundir casos graves y razonablemente probados, como los que involucran a Sergio Schoklender y Ricardo Jaime. Por eso, aunque desde luego se ha banalizado bajo la imposible exigencia de un Watergate por domingo, y aunque en el contexto del conflicto entre el gobiernoy Clarín vive zarandeado por la madre de todas las batallas, sería insensato condenarlo al cajón de las medias y los calzoncillos irrecuperables del fondo más oscuro del placard. Entre el denuncismo precoz de algunos medios y el negacionismo de otros, el periodismo de investigación, bien ejercido, sigue siendo una herramienta fundamental para garantizar la transparencia del Estado y asegurar loque Guillermo O’ Donnell definía como accountability vertical, aquella que se establece entre la sociedad y las autoridades políticas (1).
Dicho esto, el punto de vista del escándalo y la denuncia, es decir la construcción de la corrupción como espectáculo pochoclero (¿Qué vemos este domingo, un capítulo de Mad Men o Lanata?), no parece el mejor camino para entender en profundidad el fenómeno,que es más complejo, más amplio y más global de lo que se infiere de los informes televisivos editados con música de catástrofe. En primer lugar, porque la denuncia tiende a enfocarse casi exclusivamente en un funcionario, casi siempre nacional e indefectiblemente oficialista, oscureciendo el hecho de que la corrupción no es tanto una conducta como un intercambio (como en el sexo, se necesitan almenos dos). La corrupción, aunque por supuesto está motorizada por personas de carne y hueso, que son las que deben ser sometidas a la justicia penal, que por definición evalúa comportamientos individuales y no puede acusar a un gobierno, un partido o “la clase política”, es, en esencia, un sistema.
¿Cuál es la magnitud de ese sistema en Argentina? ¿Cuál su alcance en los últimos diez años? Comoseñala Sebastián Pereyra (2), a diferencia de otras preocupaciones ciudadanas como la inflación o incluso la inseguridad, la corrupción resiste las mediciones: por más que se intente, su cuantificación es irremediablemente dudosa. Pero no rehuyamos la toma de posición: tan evidente es que no estamos ante una cleptocracia al estilo Suharto o Mobutu como que Argentina no es Suiza (aunque habrá quereconocer también que la legendaria transparencia suiza se construyó sobre un secreto bancario que garantiza amable refugio a buena parte de los activos financieros ilegales del mundo). Más en concreto, podríamos afirmar que el kirchnerismo no construyó un “régimen de corrupción” generalizado pero que, amparándose en el argumento de que toda denuncia es parte de una operación destinada a...
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