Licenciada En Formacion

-Sábado 12 de mayo

Caminar no es hábito para ellos, tal vez se olvida la posibilidad de observar un paisaje cotidiano que merezca un trato de percepción, por lo menos para mencionar algo sobre la capacidad artística del autor que construye .El hábitat “la selva de cemento” que menciona el viejo Héctor Lavoe.
Se respira hostilidad en un centro atiborrado por huellas, personas que andansumergidas en estímulos constantes que entregan corrientazos de afán adquisitivo y adhieren a la cara la máscara de la individualidad. Las miradas no se encuentran en un camino, a lo mejor se establece un sentimiento oscuro que llena de pavor ante los semejantes que recorren las aceras y que son tan extraños que se insinúan como enemigos, y ellos tan solo buscando sobrevivir. Melancólicas callesolvidadas, en donde la vida es solo el transcurrir de un suspiro. Los frenos de golpe ocasionados ante la barrera momentánea que controla el tráfico, no controla verdaderamente el ímpetu afanoso del conductor, provocador del miedo caminante que debe correr como quien huye de la muerte.
Edificios rascando las piernas del supremo imponiéndose cual fuese un Dios a quien hacerle reverencia, adornados conluminosos faros que en la noche demuestran la visibilidad desde cualquier punto del territorio. Allí la agonía de lo público muere tras la imposición de la cerca que salvaguarda los intereses de aquellos seres humanos que han encontrado en el dinero una posibilidad grandiosa de dominar cada cotidianidad andante que deambula en medio de contrastes, esperanzados en recibir un poco de alivio que lespermita permanecer activos tras la sombra de este. Se parece a la estructura sólida de tiempos pasados, en la que la jerarquía se ubicaba en una pirámide.
El subempleo se impone como paisaje en una avenida igualmente concurrida por innumerables artefactos andantes, en el cual respirar cada día requiere de mayor esfuerzo. Calle ruidosa, agresiva, rutinaria, aglomerada por algunos seres conintenciones tan distantes que esconden con frenético egoísmo. Subempleados que buscan una forma alternativa de subsistencia honesta que permita desafiar y contrarrestar de manera autónoma, la ineficacia de un estado paupérrimo en determinación justa. Cemento por todos los lados, además de la compañía de una inundación continua de frenesí inmediato que altera los nervios de aquellos que pasan y buscanprotegerse ante cualquier movimiento que empañe su rutina.
El transporte del menesteroso que se asemeja a una cajita cada vez más apeñuscada, demuestra el alto nivel poblacional y la falta del reconocimiento del otro. Estas mismas cajas se encierran en un laberinto llamado avenida que se acumulan con otras cajas que parecen jugar al ordenamiento lógico de objetos: tetris. Oleada de los conjuntos decuatro paredes y cuatro ruedas, arrastra con la pasividad del silencio que solo es interrumpida por aquel que se monta a vender confites o tal vez, por quien entrega un poco de conciencia artística convertida en rima.

Al terminar este recorrido en el que abundan inmensidad de sentires, los seres rutinarios se avalanchan con miedo e inseguridad a una realidad salvaje, donde su mayor verdugo esel puñado de números que lleva consigo como tatuaje en la mano y que ordena en qué momento moverse. Ese sonido que es producido por esta convencionalidad traducida en artefacto y que se une con los pálpitos del corazón haciéndose uno, se convierte en el ritmo al que debe acontecer su vida. Ésta marcha pávida llena de tropiezos acelera la adrenalina del caminante llevándolo a la competenciainmersa con otros caminantes. Esta carrera se evidencia de igual manera en los motociclistas, que casi parece que su vida dependiera de los kilómetros que recorre por hora. En las esquinas donde se disputa esta especie de fórmula uno, los transeúntes se juegan la suerte al pasar entre los carros, pero al parecer la vida de estas personas vale mucho menos que la potestad que da tener una caja rodante....