Licenciado

Ichika
El canto del gallo de la casa vecina la despertó. Con las manos se frotó los ojos Perezosamente levantó sus brazos y bostezó. El grito de su madre adoptiva la sobresaltó. Tenía hacia ellauna combinación de miedo y respeto. Rápidamente se incorporó, levantó la estera que le servía de cama desde aquel día cuando su papá la dejó con aquellas personas tan pobres y miserables como él. Secalzó el par de tenis, si es que a esos objetos mugrientos y rotos les podría dar ese nombre.
Una bocanada de hiel subió desde su estómago hasta la boca. Hacía ya dos días que no probaba bocado ypor lo que presentía ese día tampoco habría nada que comer. Suspiró y salió del cuartucho hacia el cobertizo que hacía las veces de cocina. Allí, sobre el fogón había ese oscuro líquido al que sumadre adoptiva llamaba sopa. La miró de soslayo y ni siquiera la probó. Tomó sus libros y salió hacia la escuela.
Por el camino, otra vez el amargo sabor a hiel, y una ácida saliva llegó hasta su boca.A medio camino, un aroma a pan fresco impregnó la calle. Se sentó un momento en el borde de la acera y aspiró profundamente los exquisitos olores de pan, dulce, de las galletas ajigonomi, de losbizcochos, que viajaban por el aire hasta ella.
-Si pudiera comer un pan...., pensó por un instante.
Buscó en el bolsillo de su falda y encontró una moneda, aquella que guardaba como su único tesorodesde el día cuando su padre la dejó allí. Inicialmente desechó la idea de gastar aquel tesoro, pero el hambre era insoportable.
Vacilante se dirigió hacia la panadería. Se detuvo ante la entrada,indecisa. Tras el mostrador un anciano con mirada desconfiada la observaba mientras atendía a los clientes. Ichika, entró y pensando que nadie la miraba, tomó un pan de la canasta y lo echó en subolsillo. Entonces, sintió que una mano la tomaba del hombro y la hacía girar. Frente a ella, gesticulando amenazante estaba el anciano. La gritaba, le mostraba a los demás a aquella niña ladrona que...