Licenciatura

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Amor en Nueva York

Yolanda Arias









PROLOGO

El beso le ardió en los labios.

Bajó por su cuerpo, apoderándose de su razón, y se expandió por cada rincón, cada célula, hasta cubrirla por entero, hasta saciarla y al mismo tiempo dejarla abierta para un más allá exultante de luces. Supo que la realidad se le desvanecía a impulsos de la quimera quedespertaba en ella, y que la emoción la empujaba más y más hacia cotas jamás soñadas.

Cuando los sentimientos fueron un ascua, cerró los ojos y se dejó arrastrar por ellos.

Entonces percibió la fuerza del beso, la suavidad de la caricia, el contacto de las manos de él en su desnuda espalda, el palpitar de su deseo recién nacido y sorprendentemente descubierto, lo mismo que un impulsoagazapado en las sombras.

Era una mujer, y él era el hombre. Entonces...


Cristina se estremeció. La voz de los altavoces la despertó bruscamente de sus recuerdos y la enfrentó a la realidad. Nueva York quedaba atrás, lejos, perdido en el pasado. Aquello era el presente.

—Pasajeros con destino Barcelona y con tarjeta verde, sírvanse pasar control policial para embarcar...No tenía prisa. Tanto daba ser la primera como la última. El avión no se iría sin ella. Un enjambre de personas colapsó la puerta con el control policial previo a la sala de embarque. Muy cerca de ella vio como un chico y una chica, ambos muy jóvenes, se levantaban y se besaban con ardor.

Ellos... volverían a encontrarse, por muy larga que fuera la separación o extensa la distancia.Ellos volverían.

Su beso le hizo daño. Cerró los ojos y no pudo evitar volver hacia atrás, una vez más, aunque intentó hacerlo. En la oscuridad de su mente, sus pensamientos se poblaron de luz. La ventana abierta sobre Manhattan, la sensación de soledad en la ciudad más densa del mundo.

Y Carlos.

Carlos besándola, convirtiendo su cuerpo en un fuego lleno de sentidos, dejando quesus labios cubriesen su cuello de pequeñas huellas invisibles, bajando por su pecho hasta el nacimiento de los senos... Y al instante, la libertad, su traje de noche cayendo al suelo lo mismo que una barrera vencida, dando paso a la verdad, a la consumación de todos y cada uno de sus sentimientos puestos a flor de piel durante aquella semana.

—Te quiero...

La voz fluía de más allá deella. Aquellas palabras no provenían de sus pensamientos, ni de sus labios, sino de la joven pareja que se estaba despidiendo con todo el ardor de su juvenil cariño. Sin embargo aquella simple frase seguía expresando la gran verdad, la síntesis de la vida.

Vio los ojos de Carlos suspendidos en el vacío, sobre ella. Rozó con sus dedos la fuerte piel de su torso y se confundió con su cuerpocuando él la abrazó haciéndola suya.

Suya, en lo efímero de la posesión.

Le dio sus labios con una última ternura, sintiendo crecer en ella la furia de los anhelos que él depositaba en su razón, y al instante la vida se inundó de días y noches, sueños y amor...

Lentamente, iban convirtiéndose en uno sólo...


—Pasajeros con destino a...

Abrió los ojos de pronto,nuevamente aplastada por el peso de la realidad. La joven pareja había desaparecido, pero en cambio un hombre de mediana edad la estaba mirando con algo de sorna en su expresión, sin duda sorprendido por su aspecto, desarbolado por los pensamientos y los sentimientos que surgían de ella. Debía de llevar varios minutos en aquel estado casi cataléptico, porque los últimos pasajeros entraban ya en lasala de embarque, pasando el control policial.

Se levantó.

Sabía que debía dar el primer paso, el primer paso del fin. Sería sencillo y al mismo tiempo... ¡tan difícil! Bastaba con mover su pie, cualquiera de ellos, acercarse al control, y después... subir al avión.

Miró a su alrededor y sin apenas sentirlo comenzó a avanzar.

De sus labios escapó una única palabra,...