Lienzo virgen
Marcelo D. Ferrer
La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Una leve presión del pincel y ese toque de intensidad sobre un rasgo de carácter encima de su boca.Ahora el trazo largo de un párpado altivo. Más allá, lejos, soy penacho desgarbado sobre una frente pequeña. Y aún más lejos, oscuro vórtice en la zona posterior de su mollera.
Desciendopor su perfil expuesto a la luz, donde las nacientes de sus cabellos se ralean y espesan. Su cien se expande en una planicie que se deprime bajo su ceja. Ésta declina con suavidad -rasgo tenue desabiduría-. Giro hacia la pendiente apenas pronunciada en la base de su nariz, sumergiéndome en la comisura de su boca. Debajo, se eleva su carne con prominencia rumbo a la pulpa de sus labios rojos.Ellos denuncian una sonrisa apenas alongada.
Retrocedo dos pasos e inclino mi cabeza. Busco simetrías milimétricas en los lóbulos de sus orejas. De ambos desciendo triangulando a un puntode su cuello. La luz es oblicua desde un sitio imaginario a tres metros sobre su derecha. Mareas de sombras que resuelven en la redondez de su escote. Un lunar rompe el equilibrio; se ilumina comogema, discreta.
Mediodía para su reluciente pómulo, atardece en su mejilla; se alarga la noche tras la recta ascendente de su nariz.
Pongo mi atención en su pupila y en losdiminutos peces pardos del océano ambarino que la rodean. Están inmóviles, sin aliento. Me decepciono. Un perceptible brillo proporciona indeleble luz, arriba, sobre su izquierda.
--¿Me estámirando?
Me adentro a la noche clara y sinuosa para seguir su contorno más arriba de su pómulo. La superficie se degrada agudamente y sobre ella reposan arqueadas sus pestañas. Una delgada línea seilumina, luego un escalón, y más allá, la esclerótica se expande con delgados cursos rojos. De su otro ojo un nuevo océano ambarino y los peces pardos que lo habitan en completa quietud. Su pupila...
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