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El abismo que separa la Edad del Manuscrito de la Edad de la Imprenta no siempre es algo debidamente comprendido
y tenido en cuenta por quienes empiezan a leer y a estudiar la literatura medieval. [ ... ] Es fácil olvidar que estamos ante la literatura de una época en la que las normas ortográficas eran variables y el rigor gramatical no se apreciaba
demasiado, en la que la lengua era fluida y no se consideraba necesariamente como un distintivo de nacionalidad1, en
la que por estilo se entendía la aceptación de unas normas de retórica rígidas y complicadas. Copiar y difundir el libro
de otra persona podía juzgarse como una acción meritoria en la Edad del manuscrito; hacer lo mismo en la Edad de la imprenta significa ser llevado ante los tribunales y condenado a daños y perjuicios. Los escritores que quieren lucrarse
divirtiendo al público en la actualidad escriben en su mayor parte en prosa; hasta mediados del siglo XIII, solamente el
verso podía aspirar a tener audiencia. De ahí que, si se quiere juzgar de un modo ecuánime las obras literarias que pertenecen a los siglos anteriores a la invención de la imprenta, haya que hacer un esfuerzo para ser conscientes de
hasta qué punto se nos ha educado en una serie de prejuicios, y resistir a la involuntaria pretensión de que la
literatura medieval se adapte a nuestros criterios de gusto o, de no ser así, sea considerada como de interés meramente arqueológico. [ ... ] En pocas palabras, la historia de la evolución que lleva desde el manuscrito al impreso
es la historia de la sustitución gradual de unos métodos de comunicación y de recepción de ideas de carácter visual
por otros de carácter auditivo. [ ... ]
[En la narrativa medieval], la inserción de diálogos proporcionaba la oportunidad de dar corporeidad a los personajes
y de acentuar la expresión dramática; las aseveraciones de la verdad de lo que se contaba, reforzadas con
invocaciones al cielo, tenían por objeto atraer el interés del público, al que se estimulaba a visualizar las escenas
emocionantes por medio del uso de expresiones «epideícticas» [o señaladoras: «Afévos ('helos aquí') doña Ximena
con sus fijas dó va llegando», «Veríedes quebrar tantas cuerdas» (Cantar del Cid)] . Toda la técnica del cantar de gesta, del roman d'aventure y del poema lírico presupone un auditorio, no un público lector. Cuando la cultura alcanzó el
estadio en el que cada persona lee para sí, buscando su propio goce, se sintió la necesidad de una especie diferente de
literatura.
La Edad Media apreciaba la habilidad en el oficio por encima de todas las cosas. La poesía se componía para ser
oída, no para ser leída; su objeto era proporcionar placer al oído. [ ... ] Por lo tanto la poesía medieval tenía que
poderse recitar; si no era capaz de superar esta prueba, el poeta era considerado como un chapucero. [...]
Para saborear los matices más sutiles del estilo literario, tal como hoy lo entendemos, para apreciar la selección de las palabras, el ritmo de las frases e incluso la secuencia lógica de las ideas, nos vemos obligados a leer y a releer el
texto en cuestión. Pero el escritor medieval no se dirigía a un público lector. Un auditorio analfabeto no puede
tratarse con muchos miramientos; hay que insistir enérgicamente en lo que conviene destacar; las afirmaciones han
de repetirse y es forzoso recurrir a la variedad expresiva. El narrador presentará a sus personajes de un modo
individualizado, haciéndoles conversar unos con otros, y mediante cambios de voz, de entonación y de gesto les hará
vivir en la imaginación de sus oyentes; tiene que ser también un poco actor, al mismo tiempo que narrador. [ ... ]
En cuanto al cuerpo de la narración, ...
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