LITERATURA ANCASHINA




ÍTALO MORALES

Nació en Chimbote en 1974. Es licenciado en educación por la universidad Nacional de Santa. En narrativa ha obtenido distintas distinciones, como el Primer Puesto en el Concurso de Narrativa Regional Nuevo Chimbote (1998), una mención Honrosa en el Concurso de Narrativa Lundero (1999) y otra en el Concurso de Cuento de la II Feria del Libro de Trujillo (2005). Es autor de:Días de suerte (1999), Memorias de pagano (2001) y El aullar de las hormigas (2003).








EL ANTROPÓFAGO
Sentada sobre una banqueta del boulevard, Nebenka coge con nerviosismo la mano de su madre. En la niña, parece que una mezcla de miedo y nostalgia pesará sobre sus ojos, sobre su cara de pajarito. Se la ve diminuta, reflexiva, alejada por completo del murmullo que emana de las voces anónimas:oculta en su mundo quebradizo. Desde ahí empieza a construir su mensaje de angustia. Lo puedo percibir en el tic que ejecuta con la mano derecha, como si pretendiera golpear un objeto invisible. Con la izquierda, sigue apretando con furia la mano de su madre, acaso sabiendo que estoy rondando por estas galerías, buscándola con disimulo, atraído por su aroma y por su enigma. Con ese pretexto mearrastro con cautela. Me agazapo tras la gente mirándola desde lejos e intentando decir algo o, por lo menos, oler sus cabellos de heno. Quisiera sabes lo que piensa más allá de su delirio de persecución. Saber, por ejemplo, si ha pensado en mí durante las noches de vela. No sudo que lo haya hecho. Yo he marcado su vida para siempre.
Ahora parece haber descubierto algo en el ambiente porque olisca consus naricitas de ardilla el hedor de mi presencia. ¿Será posible que haya desarrollado esa capacidad primitiva y salvaje? No puedo estar seguro de nada, sólo de que a cada instante evoluciona su ansiedad. La veo retorcerse en la banqueta, tirar del vestido de su madre, abrir la boca y emitir un sonido de fiera: ¿Un aullido?, ¿un graznido?, ¿qué clase de animal cobija Nebenka en sus vísceras?Cuando pretende sambullirme en pensamientos oscuros, descubro que sus ojos me atraviesan y que su dedo índice apunta a donde estoy. Veloz, me repliego tras los cuerpos de la gente, me pierdo en las sombras de la noche. Desde mi nueva posición, tras los muros del cafetín, vuelvo a espiarla. Esta vez lo hago con precaución, evitando en lo posible que su madre y otras personas me delaten. Ahora percibosus gestos impulsivos, teatrales: manos que aletean y una que otra sílaba cortada. Pero todo muere allí, en la primitiva intención, porque su madre apenas comprende las muecas ahogadas. Se conforma con mirarla, levantar la cabeza hacia la multitud, buscar un no sé qué, para de nuevo volver a los ojitos de su hija, la pobre, la asustada niña que sólo aspira a gritar su última sentencia: He allí alculpable de mi ruina no puede y nunca podrá hacerlo. Con lentitud, mis latidos vuelven a su curso y mis percepciones se convierten en imágenes serenas y flotantes.
Con el corazón menos fatigado me entretengo en examinar los estragos de mi osadía: el traje negro que cubre su cuerpo, evitando que se advierta la usencia de sus piernas. A un costado de la banca una silla de ruedas me sugiere ligerasemociones de arrepentimiento. Es una extraña mezcla de lástima y dulzura la que me envuelve al notar su impotencia por acusarme. Arremetido por estos detalles, un sentimiento de superioridad se apodera de mí y me obliga a interrogarme: ¿Qué podrá hacer una niña como Nebenka? ¿Acaso no es muda y miope? Son preguntas que me estimulan y me transforman poco a poco en una especia de reptil enceguecidapor el orgullo y el heroísmo. Entonces, apoyado por las hipótesis de que nadie podrá identificarme, decido salir de mi refugio. Camino por una ruta paralela y noto que la chica adquiere una palidez repentina. Su boca semiabierta, el aliento reprimido, contienen su grito. Desde la puerta del boulevard giro el cuerpo y, con la mano levantada, me despido de mi víctima. Su madre me localiza y al...