Literatura inglesa chaucer
Tenía un patio vallado y rodeado de un foso seco por el exterior, en el que guardaba un gallodenominado Chantecler. Cantando no tenía rival en todo el país. Su voz era más dulce que la del órgano que sonaba en la iglesia los días de misa.
Su canto era más exacto que un reloj o el del campanario de la abadía. Sabía por instinto cada revolución de la línea equinoccial en aquella población, pues cada quince grados, a la hora precisa, solía cantar matemáticamente. Su cresta era más roja que elmejor coral, y su perfil, almenado como el muro de un castillo. Su pico, negro, brillaba como el azabache; sus patas y dedos, de color azul celeste, y las uñas, más blancas que un lirio; sus plumas tenían el color del oro bruñido.
Este noble gallo tenía a su cargo siete gallinas para su goce; eran sus compañeras y amantes, todas con notable parecido a él en colorido. La que tenía los coloresmás bonitos en el cuello la llamaban la hermosa Madame Pertelote. Era cortés, tenía mucho tacto, elegancia y sabía ser buena compañera. Poseía tanta belleza, que el corazón de Chantecler le pertenecía y estaba firmemente encadenado al suyo desde que ella tenía
sólo una semana. ¡Qué feliz era él en su amor! Al romper el alba, ¡qué delicia oírles cantar en dulce acorde «mi amor se ha ido»! Pues,en aquellos tiempos, me han contado que los animales y los pájaros sabían hablar y cantar. Pues bien, sucedió que una mañana temprano, mientras Chantecler estaba sentado con sus esposas junto a la bella Pertelote sobre la percha de la vivienda, empezó a gemir como un hombre que tiene una maligna pesadilla cuando duerme. Al oír Pertelote aquel alboroto se asustó y exclamó: -Corazón, cariño, ¿qué tepasa? ¿Por qué gimes así? ¡Vaya dormilón estás hecho! Deberías avergonzarte. Chantecler replicó:
-Por favor, no te preocupes. Soñaba que estaba ahora mismo en un aprieto tal, que mi corazón todavía está temblando de miedo. ¡Ojalá Dios haga propicio mi sueño y libre mi cuerpo de entrar en una sucia mazmorra! Pues soñé que mientras paseaba de un lado a otro por nuestro patio vi a una criatura,parecida a un perro, con ademán de agarrarme y hacerme pasar a mejor vida. Tenía el color amarillo rojizo, pero la punta de la cola y las de las orejas eran negras, al revés que el resto de su pelo; tenía un hocico estrecho y dos ojos de mirada penetrante. Todavía estoy medio muerto de miedo por su aspecto. No es extraño que gimiera.
-Vamos, vamos -replicó ella-. ¿No te da vergüenza, pusilánime?Por Dios que está en los cielos, acabas de perder mi corazón y mi amor. Juro aquí mismo que no puedo amar a un cobarde. Pues, digan lo que digan las mujeres, lo cierto es que todas deseamos a ser posible maridos que sean valientes, sabios, generosos y merecedores de nuestra confianza; no queremos tacaños, ni estúpidos, ni los que se asustan a la vista de un arma; tampoco los fanfarrones. ¡Por...
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