literatura
Entro a la carpa de la mujer serpiente, a loscircos de malos payasos, a los toldos de las gitanas que predicen siempre viajes por barco, romances con mujeres celosas y traiciones de amigos íntimos. Me subo algusano, a los carros locos, a la rueda de chicago. Me subiría también a los caballitos, pero la verdad es que temo las travesuras de los chiquillos y las burlas de losmayores.
Me conformo con verlos girar durante largo rato. En eso estaba cuando vi cabalgando en uno de los corceles del carrusel a una mujer vestida a la moda del siglopasado: traje largo, estrecho en la cintura, sombrero de paja de anchas alas, ramo de violetas en la mano. Al principio supuse que la había imaginado, pero una vez yotra vez para borrarme las dudas. En una de las vueltas, su imperceptible sonrisa iba dirigida hacia mí. Esta vez, en lugar de un ramo de violetas llevaba un pañueloque ondeaba discretamente, como si quisiera formular un mensaje. Cuando el carrusel se detuvo, no la vi bajar. Fue inútil buscarla. Se la había tragado la feria.
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