literatura
Malvado, ¿ni siquiera me vas a regalar una sonrisa? Eso quiere decir que estás enojado conmigo. No seas rencoroso, Saúl, llevo tres meses al pie de tu cama, oyendo tu tos de perro, lavándote las axilas con esponja, recogiendo el orinal con tus gargajos ensangrentados, y creo que merezco un poco de consideración. Has tenido suerteconmigo, admítelo.
No eres un hombre fácil, claro que no. Como todos los genios eres egoísta y huraño. Las relaciones públicas nunca fueron tu fuerte. Desde que te conozco vives encerrado en ti mismo, perdido en tu mundo interior de abstracciones y fórmulas matemáticas. La gente cree que eres un mamón engreído, pero en realidad eres tímido, un hombrecito inseguro que siempre tuvo flaca laautoestima y por eso se refugió en una ciencia impenetrable.
Confiesa, pillín, que al principio sólo me querías para una aventura. Eras un flamante graduado en física nuclear y yo una pobre secretaria de la división de estudios de posgrado. Eras arrogante, como todos los criollos de buena familia, y, aunque me trataras sin condescendencia, en el fondo sentías que ser blanco y rubio te daba una ventajaenorme sobre mí. Debiste pensar: a esta prieta chula me la cojo un rato y a volar, paloma. Pero yo apechugué con tus desprecios. No teníamos un noviazgo formal, porque nunca me declaraste tu amor, sólo íbamos de la cafetería al cine y del cine al hotel. Ni siquiera me presentaste a tu familia, claro, no querías formalizar nada, cuanta menos gente me conociera, mejor, y a los tres meses quisistemandarme al carajo. “Mira, Evelia –me dijiste muy serio en el Toks de Copilco– eres una mujer adorable y una maravilla de persona, pero esto no puede seguir. Yo estoy muy joven para comprometerme en una relación seria y tú me llevas cinco años, pronto vas a querer tener hijos y no quiero defraudarte. Lo mejor para los dos es que partir de ahora cada quien vaya por su lado.” Jamás te hablé de tenerhijos ni de planes matrimoniales, era un cuento que tú inventaste para deshacerte de mí, pues habías pedido una beca para hacer un doctorado en la Universidad de Michigan y no querías llevar torta al banquete. Mucho menos una torta proletaria como yo. Tu plan era pegar el chicle con alguna gringa. ¿Verdad, ingrato, que en ese momento yo te estorbaba?
Pero no me hagas muecas de hartazgo. Ya sé quehas oído mis reclamos un millón de veces, pero hay cosas que nunca te he dicho, y ahora las vas a saber. Te las digo porque ya tienes un pie en el estribo, y si no las saco del corazón, reviento. Necesito confesarme, pues, pero sin arrepentirme de mis pecados. Que se arrepientan quienes han obrado mal, yo gracias a Dios tengo la conciencia limpia. Tu rechazo fue una humillación atroz y esa noche...
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